La autoconstrucción y el problema de la vivienda en Argentina

Posted on Jun 15, 2015 in Buenos Aires, vivienda
La autoconstrucción y el problema de la vivienda en Argentina

Por Ricardo Apaolaza (1) y Natalia Lerena (2)

El objetivo del presente artículo es reflexionar sobre algunas particularidades del problema de la vivienda en el contexto argentino (y en alguna medida latinoamericano), destacando las implicaciones del fenómeno regional de la autoconstrucción y la autogestión del hábitat en general. Se redacta pensando en un público español y europeo antes que latinoamericano, e intenta retomar desde el caso argentino algunos de los interesantes interrogantes planteados por J. Abellán en su trabajo “Madrid y el problema de la vivienda”, publicado el 19 de enero pasado, en este mismo blog.

Algunas pistas sobre el problema de la vivienda en Argentina

Si se intentara reducir el problema de la vivienda a su más simple expresión, se lo podría definir como la incapacidad de la sociedad capitalista urbana para proveer una cantidad y calidad de viviendas acorde a sus propias necesidades y aspiraciones (3). Se trata de una incapacidad que resulta tanto más inadmisible cuanto que se manifiesta en un contexto de desarrollo técnico-productivo jamás antes visto. Algunos planteos clásicos del marxismo arrojan pistas sobre los nudos de esta contradicción.

Para la perspectiva marxista, la vivienda cobra un sentido particular en el contexto urbano capitalista, ya que se manifiesta bajo la forma de mercancía. Es decir, si bien la vivienda conserva un sentido original de satisfacción de necesidades humanas -abrigo, intimidad, etc.-, no es esta finalidad de uso la que comanda el proceso de producción, sino, por el contrario, una finalidad de cambio, tributaria de la acumulación capitalista. Así, esta lógica de acumulación operaría a través del comando del proceso productivo; es decir, mediante la construcción y comercialización de unidades a manos de empresas privadas. En este caso, la obtención de ganancias se generaría por la subsunción directa del trabajo y, en ocasiones, por la apropiación de rentas urbanas extraordinarias (por cambios de usos del suelo, incorporación de suelo rural, etc.). Sin embargo, también se obtendrían ganancias a través de la incorporación a la circulación mercantil de viviendas que no fueron concebidas ni construidas bajo lógicas capitalistas (subsunción indirecta). En este caso, el capital no comanda el proceso productivo, sino sólo una comercialización parcial.

En Argentina, a diferencia de lo que parece suceder en Europa, la construcción capitalista directa interviene en una porción sensiblemente menor -aunque igualmente clave- del subsistema de la vivienda. Diversos autores observan que la producción de viviendas bajo formas no estrictamente capitalistas representa un parte substancial cuando no directamente mayoritaria de la producción total de viviendas, tanto en Argentina como en Latinoamérica (Hardoy, 1982; Ramírez, 1999; Reese, 2001;Wiesenfeld, 2001, etc.). Esto es, la mayor parte de las viviendas no son construidas por empresas privadas(4). Esta característica del caso argentino (común a muchos otros países latinoamericanos) se explicaría por la intensificación de ciertas dinámicas generales negativas del mercado capitalista de la vivienda, producto de una mayor debilidad del Estado en materia de intervención y regulación.

En efecto, el sector privado únicamente aparece dispuesto a comandar la producción de aquellas viviendas orientadas a segmentos sociales con ingresos suficientes para asegurar la rentabilidad del capital, incluyendo aquí la mediación del crédito privado. Este segmento rentable con acceso a vivienda, cubierto espontáneamente por el mercado, se expande luego por la intervención estatal directa (producción de vivienda social a través de licitaciones a empresas privadas) o indirecta (crédito, política de tierras, etc.). Tanto el crédito como la construcción de vivienda social tienen una doble función: dan “respuesta” a la demanda habitacional de los sectores marginados del mercado, a la vez que amplían los horizontes de negocio del sector privado, volviendo económicamente rentable la construcción o remodelación de viviendas para sectores populares, así como el aprovisionamiento de sus servicios (Yujnovsky, 1984).

Barrio de La Victoria, provincia de Buenos Aires. La autoconstrucción representa la modalidad de producción de vivienda más extendida en las zonas periféricas de las grandes ciudades argentinas. Fuente: Archivo IG.

Barrio de La Victoria, provincia de Buenos Aires. La autoconstrucción representa la modalidad de producción de vivienda más extendida en las zonas periféricas de las grandes ciudades argentinas. Fuente: Archivo IG.

Ahora bien, en Argentina, al igual que en la mayoría de los países latinoamericanos, esta producción de vivienda a manos del sector privado con acompañamiento estatal siempre ha dejado sin respuesta a enormes masas populares, relegándolas a situaciones habitacionales precarias, insalubres y/o ilegales. Esto es, dentro del contexto latinoamericano, el sector público y privado de producción de vivienda ni siquiera ha sido capaz de alcanzar los niveles europeos, denunciados como insuficientes por Abellán (2015). Es en este contexto que gran parte de los sectores populares, marginados del mercado habitacional formal -y muchas veces juzgados como “población económicamente sobrante”- intenta satisfacer sus necesidades de vivienda a través de estrategias de autoproducción y/o recuperación de la unidad física (autoproducción, ocupación de inmuebles), del suelo urbano (producción de suelo urbano periférico, ocupaciones centrales) y/o de los servicios (autogestión, conexiones irregulares). Dentro de estas formas “no estrictamente capitalistas”, se destaca la figura de la autoconstrucción (Cuenya, 1997), que en su versión “pura” puede ser definida como una forma de producción social de la vivienda en la cual las personas se hacen cargo de la edificación, haciendo uso de los activos de los que disponen (fuerza de trabajo familiar, recursos técnicos por allegamiento, pequeños ahorros, etc.).

¿Qué representa la autoconstrucción para los sectores populares?

La autoconstrucción puede existir gracias a la enorme disponibilidad de fuerza de trabajo de los sectores populares, capaces de movilizar un volumen mucho mayor al vendible en el mercado laboral, a través de la activación del trabajo de toda la unidad familiar (niños, ancianos, fuera del mercado laboral formal) y de la no limitación de la jornada laboral más que por la propia voluntad o por factores físico-naturales ineludibles, como el descanso del cuerpo o la duración del día terrestre.

Tempranamente se ha señalado que la autoconstrucción, más allá de poder alimentar la acumulación capitalista por subsunción indirecta del trabajo al capital, representa un mecanismo controvertido para los sectores populares, ya que conlleva grandes sacrificios para las familias pobres, pero a la vez constituye una alternativa (muchas veces la única) de vivienda en un contexto donde la producción privada o apoyada por el Estado es muy reducida (Schteingart, 2004). Estas cuestiones pueden condensarse en dos grandes preguntas. Primero, ¿cuál es el sentido económico que la autoconstrucción adquiere dentro del contexto capitalista? Y segundo, ¿qué consecuencias tiene para los sectores populares?

Una respuesta detallada a la primera pregunta excedería las posibilidades de este artículo, por lo que será suficiente con recuperar algunas ideas básicas (5). Si se concibe la autoconstrucción simplemente como el proceso por el cual una persona construye por sí misma su vivienda, se la debería asumir como la forma más elemental y antigua de construcción, de amplia predominancia histórica y geográfica. Así, para una lectura marxista ingenua, la autoconstrucción podría representar una lógica  “no-capitalista” y/o “pre-capitalista”. Sin embargo, desde un abordaje que por ejemplo tomara en cuenta los procesos de subsunción indirecta -omnipresentes en Latinoamérica-, la autoconstrucción debería entenderse como una lógica “co-capitalista” (Di Cione, 2002), esto es, una lógica de producción específica, que es refuncionalizada y subsumida por la lógica capitalista dominante, y que le resultaría tributaria tanto por la cesión de valor mediante la circulación mercantil ulterior de las unidades habitacionales, como por la coadyuvancia con el mantenimiento de las condiciones generales de producción (reproducción de la fuerza de trabajo, regulación de salarios, mantenimiento de la paz social, etc.).

Por su parte, la reflexión en torno al segundo interrogante permite repensar las alternativas populares de resistencia y disputa. En este punto la autoconstrucción podría entenderse como una posibilidad de autonomía y, a la vez, de constreñimiento. De autonomía, ya que la resolución -aunque sea de manera parcial o precaria- de los problemas habitacionales inmediatos abre la posibilidad de una organización política de nivel superior; esto es, contextos cotidianos en los que las condiciones de reproducción de la vida se ven amenazadas, obligan a los sectores populares a invertir todo su tiempo y energía en la supervivencia. Por otro lado, aún cuando la autoconstrucción -al igual que otras prácticas de autoproducción de bienes de uso- pudiera tener un efecto general depresivo sobre los salarios (6), también podría aumentar la capacidad de resistencia de los sectores populares, volviéndolos menos dependientes del capital (Topalov, 1979). Finalmente, la autoconstrucción, mediante prácticas de cooperación y colectivización más o menos espontáneas, puede estimular experiencias horizontales de auto-organización, que avancen en la recuperación del comando sobre procesos de los cuales los sectores populares han sido despojados.

Sin embargo, la autoconstrucción puede también conllevar un constreñimiento para estos sectores, mediante una serie de efectos injustos o indeseados. Primero, la externalización (por parte del empresariado y del Estado) del costo asociado a la reproducción de la fuerza de trabajo, lo cual en parte explica por qué muchas políticas neoliberales de recorte del gasto social suelen tener un componente de estímulo a la autoconstrucción. Segundo, las limitaciones cualitativas del proceso y el producto, con un retroceso a una modalidad artesanal y atomizada de producción, que presenta marcadas debilidades técnicas y económicas. Tercero, la sobre explotación del trabajador, por extensión de la jornada necesaria para asegurar su reproducción (trabajo extra, fuera de la jornada laboral regular o durante los fines de semana). Cuarto, la movilización de trabajo doméstico no remunerado y sin protección, que fuerza la (re)incorporación de menores, ancianos, etc., al proceso productivo. Quinto, y fundamental, la pérdida de espacios y tiempos de socialización y acumulación de activos sociales por reducción del tiempo libre y los recursos excedentarios, esto es, un empobrecimiento en la formación de capital social -en especial entre los segmentos jóvenes- por la pérdida de tiempo, dinero u otros recursos otrora disponibles para educación, recreación, movilidad, etc.

Algunas reflexiones finales

El caso argentino, al igual que el español, evidencia la notable incapacidad de las formas capitalistas para dar respuesta cabal al problema de la vivienda. Sin embargo, el caso argentino desvela un sistema que directamente se desentiende de las necesidades habitacionales de gran parte de los sectores populares, y que asume que estas necesidades se deben resolver por fuera del mercado formal de vivienda, a través de la autoproducción del hábitat.

El hornero -ave nacional argentina- construye su nido de barro con forma de casa, y fue tomado a lo largo de la historia local como símbolo de la autoconstrucción. Fuente: Wikipedia Commons.

El hornero -ave nacional argentina- construye su nido de barro con forma de casa, y fue tomado a lo largo de la historia local como símbolo de la autoconstrucción. Fuente: Wikipedia Commons.

Harvey, retomando y resignificando ideas clásicas de Lefebvre (1968) y Castells (1972) sobre el derecho a la ciudad y la desigual apropiación urbana del excedente, plantea que la búsqueda de una nueva sociedad urbana no sólo debería dar lugar a las potencialidades de la autogestión de los sectores populares, sino también bregar por la recuperación del control y gestión del excedente (Harvey, 2013). La autoconstrucción ha demostrado ser un poderoso mecanismo para fortalecer la autonomía, la autogestión y la creatividad popular frente a las formas capitalistas de producción de vivienda. Sin embargo, también ha demostrado ser una práctica injusta y, muchas veces, funcional al capital, testimonial al momento de disputar el excedente urbano. Una pregunta relevante sería entonces, ¿Cómo potenciar los aspectos positivos y limitar los negativos?

Algunas experiencias de autoconstrucción, de gestión y comando popular, pero con asistencia y financiamiento público, pueden constituir interesantes antecedentes. A modo de ejemplo, bajo el Programa de Autogestión para la Vivienda de la Ley Nº 341 de la Ciudad de Buenos Aires (7) (que funcionó activamente entre 2003 y 2008), decenas de organizaciones populares de base, reconocidas por el Estado bajo la figura de cooperativas, autoconstruyeron más de 800 viviendas para sus propios miembros, pero recibiendo protección social y un salario equivalente al de la rama de la construcción. Más allá de las miles de objeciones posibles, se trató ésta de una experiencia que fortaleció las posibilidades organizativas y de comando productivo en los sectores populares, sin generar escenarios de sobre explotación o aniquilamiento del tiempo libre.

Sin embargo, resulta aleccionador que el estrangulamiento financiero que la Ley 341 sufrió durante la última década no se explique por el simple “giro a la derecha” del gobierno de la ciudad, sino más bien por las tensiones insalvables de esta ley con el funcionamiento pro-mercado dominante. Por ello, un acercamiento crítico debería valorar este tipo de antecedentes como tácticas de disputa y fortalecimiento político de los sectores populares antes que como soluciones generalizables y definitivas.

La interpretación del problema de la vivienda desde perspectivas del derecho a la ciudad como el arriba planteado invita a luchar por una ciudad en la que los recursos públicos urbanos tengan a la vez una función y una procesualidad social, que asegure un mayor protagonismo de los sectores populares en el camino hacia ciudad más justa.

Notas

(0) La foto de cabecera corresponde al Barrio de La Victoria, en el partido de Esteban Echeverría, Provincia de Buenos Aires. Fuente: Archivo IG.

(1) Doctorando UBACyT. Instituto de Geografía – UBA. E-mail: ricardo.apaolaza@filo.uba.ar.

(2) Doctoranda UBACyT. Instituto de Geografía – UBA. E-mail: natalia.lerena @filo.uba.ar.

(3) Por cuestiones de espacio, los esfuerzos del presente artículo se concentrarán en abordar la vivienda desde su dimensión física, sin que por ello se desconozcan o subvaloren otras dimensiones relacionales, centrales en el debate habitacional, tales como la imbricación de la unidad física en el contexto urbano de infraestructuras, servicios, etc., el acceso a redes o la escala de apropiación urbana.

(4) Por ejemplo, algunos datos recientes ubicaban estos valores de construcción no empresarial en un 63% para Ciudad de México en 2000 o en un 60% para Lima en 2013. Ver Informador, 2010; Gestión, 2013.

(5) A pesar de no ser abordado por el presente artículo, bien vale mencionar que una genealogía del análisis académico en torno al fenómeno de la autoconstrucción debería arrancar con una revisita de los tempranos debates entre Turner (1969, 1972, 1976), Burgess (1978), Pradilla (1982, 1983), etc., fundamentales para entender los principales ejes problemáticos. Un breve resumen de estas ideas puede consultarse por ejemplo en Martín-Motta (2011).

(6) Engels por ejemplo afirmaba que “lo que la familia obtiene de su huerto y de su parcela, los capitalistas lo sustraen del precio de la fuerza de trabajo por medio de la competencia” (Engels, 1986: 15).

(7) Para un análisis detallado del Programa de Autogestión para la Vivienda de la Ley Nº 341 se recomienda el trabajo de Zapata (2013).

Referencias bibliográficas

Abellán, Jacobo. “Madrid y el problema de la vivienda”. En: Contested Cities Madrid Blog. 19 de enero de 2015. En línea: http://contested-cities.net/CCmadrid/madrid-y-el-problema-de-la-vivienda/

Burgess, Rod. “Petty commodity housing or dweller control? A critique of John Turner’s views on housing policy”. En: World Development, Vol. 6, Nº 9-10. London: Pergamon Press, 1978.

Castells, Manuel. La Question urbaine. París: Maspero, 1972.

Cuenya, Beatriz. “Descentralización y política de vivienda en Argentina”. En: Cuenya, B. & A. Falú (comps). Reestructuración del Estado y política de vivienda en Argentina. Buenos Aires: Universidad de Buenos Aires, 1997.

Di Cione, Vicente. Autoconstrucción de viviendas, vida cotidiana y urbanización en Argentina: Consideraciones a partir de la urbanización del Gran Buenos Aires. El Palomar (Buenos Aires): Geoamérica, 2002. En línea: http://www.geoamerica.org/vdc/autoweb/autoweb.htm

Engels, Friederich. Sobre el problema de la vivienda. Buenos Aires. Anteo, 1986 [1887].

Gestión (periodístico). “Sencico: Un 60% de viviendas en el Perú es autoconstruida”. En: Revista Gestión, 07 de agosto del 2013. En línea: http://gestion.pe/inmobiliaria/sencico-60-viviendas-son-autoconstruidas-peru-2073005

Hardoy, Jorge. “Cooperación internacional para los asentamientos humanos”. En: Comercio Exterior, vo l. 32, núm. 2. México: Bancomext, 1982.

Informador (periodístico). “El 63% de las viviendas en México, «autoconstruidas»”. En: Informador.mx, 07 de mayo de 2010. En línea: http://www.informador.com.mx/mexico/2010/199480/6/el-63-de-las-viviendas-en-mexico-autoconstruidas.htm

Harvey, David. Ciudades rebeldes. Del derecho de la ciudad a la revoluci6n urbana. Madrid: Ed. Akal, 2013.

Lefebvre, Henri. Le droit a la ville. París: Anthropos, 1968.

Martín-Motta, Jorge (2011). “Programas de Mejoramiento de Hábitat y Vivienda en América Latina. ¿Nuevas prácticas pensadas desde tradicionales teorías?”. En: I Congreso Latinoamericano de Estudios Urbanos, 24 al 26 de agosto. Los Polvorines: Universidad Nacional de General Sarmiento, 2011. En línea: http://www.ceur-conicet.gov.ar/imagenes/11.pdf

Pradilla, Emilio (1982). “Autoconstrucción, explotación de la fuerza de trabajo y políticas de Estado en América Latina”. En: Pradilla, E. (Comp.) Ensayos sobre el problema de la vivienda en América Latina. Xochimilco: UAM, 1982.

Pradilla, Emilio (1983). El problema de la vivienda en América Latina. Quito: Investigaciones Ciudad, 1983. En: http://www.flacsoandes.edu.ec/libros/digital/48323.pdf

Ramírez, Juan. El movimiento urbano popular en México. México: Siglo Veintiuno, 1999.

Reese, Eduardo. “Exposición II”. En: Revista Distrito DOS Nº 45. Banfield (Buenos Aires): Ed. V-V, 2001.

Schteingart, Martha: “México: Hábitat popular y desarrollo urbano”. En: Díaz Orueta, F. & M. Seoane (eds.). Desigualdad social y vivienda. San Vicente (Alicante): Club Universitario, 2004.

Topalov, Christian. La urbanización capitalista. México DF: Edicol, 1979.

Turner, John. (1969) “Interpretaciones y políticas alternativas: un examen de los asentamientos espontáneos en América Latina”. En AAVV. Informe de la Mesa Redonda sobre el problema de la vivienda en las urbanizaciones marginales. Washington DC: Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano de la Oficina para América Latina, 1969.

Turner, John & Robert Fichter. Libertad para construir. El proceso habitacional controlado por el usuario. México: Siglo Veintiuno, 1972.

Turner, John. Housing by people. Towards autonomy in building environments. London: Boyards, 1976.

Wiesenfeld, Esther. La autoconstrucción: un estudio psicosocial del significado de la vivienda. Caracas: Editorial Latina, 2001.

Yujnovsky, Oscar. Claves del problema habitacional argentino 1955-1981. Buenos Aires: Grupo Editor Latinoamericano, 1984.

Zapata Ma. Cecilia. El programa de autogestión para la vivienda: el ciclo de vida de una política habitacional habilitante a la participación social y del derecho al hábitat y a la ciudad.  Documento de Trabajo n°36. 1a ed. Buenos Aires: Instituto de Investigaciones Gino Germani – Universidad de Buenos Aires, 2013. En línea: http://webiigg.sociales.uba.ar/iigg/textos/documentos/dji36.pdf

 Agradecimientos

Se agradece a Ma. Cecilia Zapata, por sus aportes sobre la Ley 341 de Autogestión de la Vivienda.

 

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