La ciudad neoliberal: desde la crisis hasta el caos permanente
Elementos de interpretación de la crisis global del capitalismo
– por Antoine Casgrain-
La crisis financiera del año 2008 ha abierto un período histórico altamente inestable. La caracterización del nuevo período y la predicción de sus posibles “desenlaces” son ejercicios más que inciertos. ¿Qué alternativas posibles para la ciudad neoliberal? ¿Qué suerte tendrán las luchas sociales en la sociedad contemporánea? En gran medida, el devenir de los movimientos de resistencia a la ciudad neoliberal dependerán de la perspectiva del conjunto de las luchas sociales anticapitalistas.
Sin ninguna duda, el año 2008 operó una ruptura en el orden global, pero es menos claro hasta qué punto y de qué manera se sutura la crisis. Esta última palabra, crisis, revela una noción ambigua en nuestros tiempos: originalmente, crisis significa una etapa violenta o turbulenta, pero decisiva, en el paso de un estado a otro. Hasta el día de hoy, nada indica que ha quedado detrás la turbulencia iniciada por el desplome financiero del 2008.
La llamada recuperación económica es sumamente frágil y no ha beneficiado a las poblaciones. Ya la ola de bancarrotas de bancos ha pasado y las bolsas del mundo han recuperado los niveles de valores anteriores a la crisis. Sin embargo, los productos internos brutos de los países del centro capitalista (USA, Europa y Japón) apenas han recuperado, 6 años después de la crisis, sus niveles previos. Las inversiones y los créditos emitidos por los bancos se mantienen muy por debajo del período anterior. Peor, el alto desempleo y la extensión de la pobreza perduran, y son alarmantes en países como España. Además, si adicionamos las múltiples dimensiones en que se declina la crisis: una crisis urbana y una crisis de la legitimidad política, en medio de la profundización de modelo de producción insostenible por nuestro planeta. Nos encontramos con un periodo caótico permanente en la cual la “crisis” es un eufemismo, una herramienta discursiva que las élites se sirven para pedir sacrificios dentro de una ideología decisional y operacional al sistema. En realidad, sería más justo hablar de una espiral sin fin.
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El objeto de este artículo es evidenciar que las dinámicas de construcción de la ciudad dialogan con los modos de organización de la economía mundial. Nuestras luchas para el derecho a la ciudad avanzan con alternativas de ruptura con los poderes capitalistas. David Harvey ha afirmado que las distintas crisis del capital encuentran su solución en la ciudad, o mejor dicho la “urbanización”. El capitalismo encuentra en la urbanización gran parte de su solución a sus crisis recurrentes: su necesidad imprescindible de hacer circular capital para crear plusvalía (Harvey 1985, 2001). Construyendo incesantemente la ciudad del capital, las urbes se convierten en su lugar en la fuente de problemas permanentes. Desde una perspectiva marxista, la urbanización ha sido no sólo un “producto” del capitalismo, sino su parte constitutiva, su lugar de producción y de acumulación.
La Gran Depresión de los años 1930 ha sido resuelta por la destrucción bélica y la gran reconstrucción urbana moderna de la posguerra. En los años que siguieron la Segunda Guerra Mundial, gran parte de los proyectos de urbanización, tanto la nueva extensión suburbana como la reurbanización en la ciudad construida han sido operadas desde el Estado, en colaboración con los grandes industriales. La distribución de la vivienda y de los servicios urbanos se articulaba en torno al proyecto del sistema de redistribución keynesiano, bajo una correlación de fuerzas favorable a los movimientos obreros.
A partir de la crisis económica mundial de 1973, tres vías de salida de la agenda neoliberal: la concentración del capital, la reducción de los sueldos y la conquista de nuevos mercados. Primero, la concentración y centralización del capital a través de nuevas estructuras financieras globalizadas. En el espacio urbano ofrece el mejor ejemplo de tal concentración: las grandes empresas de promoción inmobiliaria. El promotor inmobiliario es la fusión de varios tipos de “agentes” urbanos: la reserva de suelo, la construcción, la concepción, la publicidad y el financiamiento. En la ciudad neoliberal se enmarca por la centralidad del actor inmobiliario que coordina, financia y “promociona” los proyectos de urbanización. Segundo, el aumento de ganancias a través de la reducción de los sueldos reales. Esto ha obligado a los y las trabajadoras a recurrir al endeudamiento por hipotecas y por consumo, hasta niveles insostenibles. El incentivo del mercado al acceso a la “casa propia” para los sectores pobres se explica también por el cambio de circulación del capital en el período neoliberal. Mientras la renta del alquiler se asociaba a la capacidad de pago “actual” del trabajador, la venta con hipoteca aumenta la renta potencial para los agentes inmobiliarios. El precio de las viviendas, además de no tener la regulación que tienen los alquileres, se basa en una proyección ficticia del ingreso familiar en el futuro. Finalmente, el neoliberalismo ha significado la incesante búsqueda de nuevas salidas para el capital. Podemos pensar en la privatización de los servicios públicos, pero también en la invasión de espacios urbanos por procesos de gentrificación, la comercialización de los paisajes urbanos y la creación de ciudad artificial para la industria turística.
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La crisis del 2008 no fue un sencillo derrumbe bursátil o una recesión pasajera. Se trata de un estancamiento histórico de la economía. La recuperación ha sido débil y sólo China, nueva gran potencia donde todas las miradas se ponen,mantiene niveles de crecimiento altosbasado en ganancias de productividad.La respuesta política a la crisis ha sido la profundización del neoliberalismo y de la globalización capitalista. En los últimos años, los gobiernos han tomado medidas extraordinarias para salvar a los bancos de la quiebra, inyectando sumas gigantescas en los mercados financieros. Por consecuencia, hoy los y las ciudadanas de Europa están sufriendo recortes en sus derechos sociales y en sus sueldos. Mientras tanto, los capitales aprovechan los conductos de la globalización para invertir grandes sumas en los países emergentes, creando burbujas especulativas en materias primas y en el mercado inmobiliario en ciudades del Sur.
Si algunos ingenuos pensaban que la recesión económica iba a desacelerar la contaminación ambiental, se equivocaron. Desde el 2008, la inversión en la producción energética alternativa ha caído fuertemente, cediendo frente a un crecimiento inédito del uso de combustibles fósiles.
Desde hace seis años, laspropuestas al estancamiento del capitalismo han sido múltiples. Los movimientos contra los desahucios en España y en Estados Unidos han generado fuertes redes de solidaridad entre las principales víctimas de la mercantilización de la vivienda. Las luchas han permitido poner frenosa la depredación de los neoliberales contra los servicios públicos. Revueltas callejeras de indignados, trabajadores, cesantes o estudiantes han hecho temblar a más de un poder en el mundo.Sin embargo, ninguna resistencia se ha traducido, hasta el momento, en una salida de las convulsiones del capitalismo neoliberal.
Hoy día, disputar la ciudad significa más que nunca disputar el futuro de la economía capitalista. Rechazar el peso de la deuda pública odiosa y las deudas privadas para necesidades básicas (vivienda, salud, educación), creadas por la espiral neoliberal, sería el principio de salida del caos permanente donde nos lleva el capitalismo.
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