Madrid y el problema de la vivienda

Posted on Ene 19, 2015 in Madrid, vivienda
Madrid y el problema de la vivienda

Por Jacobo Abellán

Probablemente debido a la cercanía de las elecciones municipales, durante los últimos meses se está llevando a cabo un cierto debate en barrios, centros autogestionados y movimientos sociales sobre el modelo de ciudad que queremos para Madrid. Algunos de estos movimientos han confluido en la candidatura municipalista Ganemos Madrid con vistas a intentar transformar desde dentro las instituciones del Régimen y con ello hacer una política urbana diferente a la del modelo imperante. Otros, en cambio, han optado por mantenerse al margen del proceso y seguir trabajando de forma autónoma en barrios y centros sociales, con la idea de que la verdadera transformación de la ciudad se hace a través del apoyo mutuo en las plazas y en las calles[i]. Sea como fuere, el debate sobre el modelo de ciudad está sobre la mesa y desde aquellos que investigamos temas urbanos en Madrid no podemos mantenernos al margen de la discusión.

Debate sobre "Urbanismo y ciudad" celebrado el 9 de enero en el marco de las jornadas "Defiende el Patio, construye Madrid".

Debate sobre “Urbanismo y ciudad” celebrado el 9 de enero en el marco de las jornadas “Defiende el Patio, construye Madrid”.

En este sentido, uno de los temas que más se ha tratado en estos debates es el relacionado con las políticas de vivienda. La importante presencia del tema de la vivienda en los debates se debe en gran parte a la existencia de un potente movimiento social que ha conseguido situar algunas de las problemáticas relacionadas con la vivienda en el centro de la discusión pública y en la agenda y programas de diferentes formaciones políticas. Sin embargo, más allá de propuestas concretas y, digámoslo así, “cortoplacistas”, no he observado que se haya generado un debate público en profundidad entorno al modelo de vivienda y en cómo abordar de fondo el serio problema de la vivienda que padece la ciudad de Madrid, una cuestión que, a mi juicio, debe ser central en los debates sobre el modelo de ciudad. Esta cuestión será mi cometido en el presente artículo. Para ello partiré de la idea de que el modelo de vivienda desarrollado en la ciudad de Madrid, con unas políticas públicas que han favorecido principalmente el acceso a la propiedad, ha generado una demanda “cautiva” de una parte importante de la población que no tiene recursos suficientes para acceder o mantenerse a las viviendas que ofrece el mercado privado y que tampoco puede acudir a la vivienda pública porque es muy escasa. Esta demanda cautiva, que debido a la crisis es cada vez mayor, es lo que entiendo como el “problema de la vivienda”. La tesis que defiendo en este artículo es que la solución al problema de la vivienda no se puede dar en el marco de la lógica de mercado, manteniendo los pilares básicos del modelo vigente, sino que se plantea necesario transformarlo profundamente. Una transformación que pasa necesariamente por la desmercantilización del modelo de vivienda y por el imprescindible cuestionamiento de la propiedad privada.

El debate sobre el problema de la vivienda

Durante el año de 1872 Federico Engels estableció un interesante, apasionado y duro debate con A. Mülberguer, discípulo de Proudhon, a propósito de unos artículos escritos por éste último sobre la cuestión de la vivienda en Alemania[ii]. En estos artículos, Mülberguer señalaba que la relación de subordinación que sufría un obrero con el propietario de la vivienda en la que residía seguía la misma lógica que la relación de dominación que se mantenía en la fábrica entre el trabajador y el industrial burgués.  Para lograr su emancipación debía por tanto de acceder a la propiedad de la vivienda, de la misma forma que debía acceder a la propiedad de los medios de producción.  En su respuesta Engels criticaba a Mülberguer por considerar que sus propuestas para solucionar el problema de la vivienda eran reformistas y “pequeñoburguesas”, más propias de los intereses de los artesanos y campesinos con pequeñas propiedades de tierras y talleres que del proletariado industrial.

Portada del libro "Contribución al problema de la vivienda", de Federico Engels.

Portada del libro “Contribución al problema de la vivienda”, de Federico Engels.

Engels alertaba del “peligro” que podía suponer que estas tesis cobraran fuerza entre el proletariado alemán, pues podía llevar a adoptar posiciones conservadoras y “contrarrevolucionarias”. Engels veía imposible acabar con el problema de la vivienda dentro del marco del sistema de producción capitalista y de la propiedad privada. En este sentido Engels señalaba que para acabar con la “penuria” de la vivienda era necesario “abolir la explotación y opresión de las clases laboriosas” a través de la superación del capitalismo y la desaparición de la propiedad privada, también en la vivienda. En el marco del debate, Engels concibe la “penuria” de la vivienda no como la situación de precariedad habitacional que viven los obreros en las sociedades industriales, algo según él generalizable al conjunto de clases oprimidas durante la Historia, sino como el progresivo empeoramiento de las condiciones habitacionales, fruto de los masivos flujos de emigración del campo hacia las grandes ciudades. Unas condiciones que se reflejaban en el alza de los alquileres, el hacinamiento de los hogares o la imposibilidad de encontrar una vivienda asequible a sus capacidades económicas. Engels reflexionaba sobre el problema de la vivienda en un contexto de revolución industrial y de emigración masiva del campo a la ciudad en Alemania. Una Alemania que además se encontraba en un proceso de inserción en el mercado capitalista mundial, a través de la transición de la manufactura tradicional y la pequeña producción a la gran industria fabril.

Por increíble que pueda parecer, la idea del  “problema de la vivienda”  planteado en el célebre debate entre Engels y Mülberguer mantiene su plena vigencia siglo y medio después. Si analizamos grandes urbes como el área metropolitana de Madrid no es difícil apreciar que el problema de la vivienda, o lo que podríamos llamar “cuestión habitacional”, sigue siendo una de las problemáticas sociales que sigue sin resolverse. Al fenómeno, de sobra conocido, del elevado número de desahucios, se suma la creciente dificultad de una gran parte las clases trabajadoras y del precariado de clase media para acceder o mantenerse en una vivienda en unas condiciones medianamente dignas.  No obstante, lo más interesante que a mi entender plantea el debate entre Engels y Mülberguer no es el hecho mismo de hablar del problema de la vivienda, sino la discusión mantenida en torno a su posible solución. Y es en este punto donde me gustaría situar el centro de mi reflexión. Como se ha señalado en el primer párrafo, la ciudad de Madrid adolece de un problema estructural de acceso a la vivienda, por lo que se plantea necesario y urgente  reflexionar acerca de cómo podemos abordarlo en profundidad. Para ello será necesario reflexionar sobre el papel que tiene que jugar el mercado y sobre la función de la propiedad privada. Sin embargo, antes de reflexionar sobre las soluciones al problema de la vivienda en Madrid, debemos definir con mayor detalle qué entendemos por el “problema” de la vivienda en Madrid y cuáles han sido los mecanismos y políticas que lo han generado.

El mercado de la vivienda en Madrid

Es de sobra conocido que el modelo de vivienda de Madrid se caracteriza principalmente porque la gran mayoría del parque de viviendas destinadas a uso residencial se encuentra en régimen de propiedad. Esta realidad se extiende por todos los barrios de la ciudad, desde aquellos de rentas altas como el barrio de Salamanca, hasta los barrios de clase trabajadora como San Blas, pasando por barrios de clase media, como Arganzuela. Durante los últimos cincuenta años se ha producido una profunda transformación del régimen de tenencia y de provisión de la vivienda, pasando de tener un modelo basado en el alquiler y la vivienda pública a uno apoyado fundamentalmente en la vivienda en propiedad y en la preeminencia del mercado privado. Las causas de esta transformación son variadas y complejas, pero podemos identificar las más importantes. En primer lugar encontramos el prolongado proceso de privatización de la vivienda social llevado a cabo durante la segunda parte de la dictadura franquista y los primeros años de la democracia. Efectivamente, durante ese periodo se produjo una política de venta del patrimonio de vivienda pública estatal hacia los propios inquilinos en condiciones ciertamente ventajosas. Esta operación tuvo especial incidencia en los barrios obreros de la periferia madrileña, como Carabanchel, Vallecas, Orcasitas, Usera o Villaverde, que eran los barrios donde se había construido un mayor porcentaje de vivienda social.  La intención de fondo de la dictadura era convertir al “proletario en propietario[iii]” y crear una clase media propietaria afín al Régimen. Con ello se buscaba desarticular el incipiente movimiento obrero y evitar cualquier radicalización política que desestabilizara el orden establecido. La idea era clara: un trabajador con una vivienda en propiedad y una hipoteca resultaba más dócil en el trabajo y menos proclive a asumir postulados revolucionarios que aquel que tenía unas condiciones habitacionales precarias. Visto lo visto, no me resultaría nada extraño que la idea del “país de propietarios y no de proletarios” les hubiera surgido a los jerarcas del Régimen tras leer con atención el debate entre Engels y Mülberguer. En 2013, 40 años después de ese proceso, el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid vendieron unas 5.000 viviendas de promoción pública a fondos de inversión inmobiliaria. En esta ocasión la venta estuvo motivada por los plantes de ajuste a los que se vieron sometidas las empresas públicas de vivienda, en el marco de las políticas de control del déficit impuestas por el Gobierno.

La segunda causa de este proceso de propietarización la podemos encontrar en las políticas implementadas desde las instituciones públicas, tanto del Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid como desde el Estado, durante las últimas décadas. Si bien es cierto que a niveles e intensidades diferentes, desde las tres administraciones se ha llevado a cabo un apoyo explícito a la construcción y adquisición de vivienda en propiedad en detrimento de otros regímenes de tenencia. En este sentido, el papel del Estado, pese a no tener la competencia específica en materia de vivienda, ha resultado fundamental. A través de medidas fiscales como la desgravación en el IRPF o el pago de un IVA especial super reducido por la compra de una vivienda, el Estado ha estado subvencionando indirectamente la adquisición de una vivienda en propiedad. Estos beneficios, por cierto, eran fuertemente regresivos ya que quien más pagaba por una vivienda más dinero se ahorraba. Algunos académicos han señalado que estas medidas suponían una compensación a las rentas medio-altas y altas para contrarrestar la proporcionalidad impositiva en el IRPF. Hasta la supresión de estas medidas con los recientes planes de ajuste presupuestario, estas suponían en términos absolutos casi el 70 por ciento del gasto público estatal en materia de vivienda. La otra pata de la política de vivienda estatal han sido los planes de vivienda, unos programas de duración cuatrienal que contemplan ayudas directas para la construcción, el alquiler o la rehabilitación. La mayoría de estas ayudas han ido destinadas generalmente a la construcción de vivienda protegida, la figura principal de la política de vivienda en España. A través de esta figura, el Estado subvenciona a las promotoras para que construyan vivienda y la vendan a un precio tasado por debajo del mercado a personas que han sido elegidas en un sorteo.  Con ello se facilita el acceso a la compra de vivienda a rentas medio-bajas y bajas que no podrían acceder a través del mercado libre. A la subvención a las promotoras se suman ayudas a los adjudicatarios para hacer frente al pago de la hipoteca y el pago de la entrada del piso.

A la actuación del Estado se suma la intervención de la Comunidad de Madrid, la entidad que tiene la competencia en materia de vivienda en el territorio de la ciudad de Madrid. Mediante la figura de la vivienda protegida, la Comunidad también ha dedicado la mayoría de los recursos a incentivar el acceso a la propiedad, a través de la financiación a la vivienda de promoción privada y de promoción púbica mediante el IVIMA. La mayoría de las viviendas protegidas promovidas por el IVIMA han sido y son viviendas adjudicadas por sorteo en régimen de venta o de alquiler con opción a compra. Es importante señalar que la vivienda protegida en régimen de venta no debe ser considerada como una vivienda pública. La vivienda protegida destinada a venta son viviendas privadas promovidas por un promotor privado o por el IVIMA que se venden a los adjudicatarios a un precio “intervenido”. El propietario es el beneficiario y si bien es cierto que durante un periodo establecido no puede vender ni alquilar la vivienda, una vez pasado ese periodo el propietario puede disponer de ella libremente.

Vivienda de protección oficial de la EMVS en la zona del barrio de Embajadores.

Vivienda de protección oficial en alquiler de la EMVS en la zona de Embajadores. Actualmente este tipo de viviendas abarcan únicamente el 1 por ciento del total de la vivienda residencial en Madrid.

Sólo una pequeña proporción de las viviendas promovidas por el IVIMA son viviendas en régimen de alquiler, lo que en términos europeos se podría entender como la vivienda social o vivienda pública. A su escasez se suma que en ocasiones los alquileres son tan elevados que muchos inquilinos, que generalmente padecen situaciones de precariedad laboral, no pueden asumir el pago de las cuotas y son desahuciados.  Sucede lo mismo con el rol del Ayuntamiento de Madrid, la tercera administración que intervienen en la ciudad de Madrid en el ámbito de la política de vivienda. Su principal esfuerzo financiero está orientado a la promoción, por parte de la EMVS, de vivienda protegida destinada a la venta o al alquiler con opción a compra, mientras que la vivienda pública en alquiler es muy minoritaria en términos absolutos. En resumen, como hemos podido apreciar, la intervención pública ha buscado principalmente incentivar la adquisición de vivienda, el “derecho a comprar” como lo llamarían los ingleses, en detrimento de otros tipos de tenencia, como la vivienda pública en alquiler, que ha quedado muy marginada.

La tercera y última causa de este proceso nos lleva a fijarnos en el espectacular desarrollo que ha tenido el sector inmobiliario en Madrid durante las últimas décadas. Un sector inmobiliario que desde los años 60 hasta la actualidad ha construido cientos de miles de viviendas libres en Madrid. La gran mayoría de estas viviendas se han construido durante las diferentes burbujas inmobiliarias, siendo la última de ellas, en el periodo 1997-2007, el periodo más importante en cuanto a construcción y venta. Si bien parte de esas viviendas han sido destinadas a uso habitual, muchas, principalmente en época de burbuja, no se construían para cubrir una demanda habitacional, sino para atender una demanda de inversión con fines principalmente especulativos. Una parte importante de estas viviendas permanecen a día de hoy vacías a la espera de un comprador o de una revalorización de su precio. Este desarrollo inmobiliario ha generado un amplio mercado de la vivienda en donde se han vendido, alquilado o cedido miles y miles de viviendas, de todos los precios y tamaños. Un mercado que se ha visto claramente potenciado por las políticas de incentivación a la compra de vivienda y, especialmente durante el último periodo de bonanza, por los bajos tipos de interés y la liberalización de la legislación urbanística. Fruto de este desarrollo se ha conformado en Madrid un mercado privado de la vivienda muy extenso y amplio, con multitud de agentes, actores, oferentes y demandantes que comercian con el bien “vivienda” como si de un producto más se tratara. Actualmente, por ejemplo, están poniendo sus ojos en Madrid un nutrido grupo de fondos de inversión, entre los que destacan Blackstone, Azora o Encasa Cibeles, que están comprando vivienda a bajo precio con objetivo de venderla  en un largo plazo a un precio mayor  y obtener un beneficio con ello. Otro ejemplo es el caso de la SAREB o de las SOCIMIS (Sociedades cotizadas de inversión en el mercado inmobiliario) que buscan, con ayudas públicas, atraer inversores extranjeros con el objetivo de reestructurar el mercado de la vivienda, evitar la caída del precio de mercado y reponer o mantener la tasa de ganancia del sector inmobiliario y del sector financiero. Estos ejemplos nos muestran cómo el propietario o gestor tiene libre disponibilidad para usar la vivienda en función de sus intereses privados: especular, venderla, alquilarla, dejarla vacía, dejarla en herencia, vivir en ella… Como bien económico que es, puede obtener un beneficio de su venta o de su alquiler a un tercero. Puede también comprar una vivienda y venderla al poco tiempo para ganar una plusvalía financiera. Puede pedir una hipoteca, comprar un piso, ponerlo en alquiler y pagar la hipoteca con el alquiler del piso. O puede hacer lo mismo con dos hipotecas, si cuenta con avales suficientes. Puede acaparar dos, tres, cinco, diez, cien viviendas sin ningún problema. En definitiva, el mercado de la vivienda es un mercado libre y la vivienda puede ser utilizada como una mercancía. El propietario está en su derecho de hacerlo.  Nada ni nadie se lo puede impedir ya que el derecho de propiedad está garantizado por la Constitución Española.

Edificio de alquileres en la zona de Arganzuela.

Edificio de alquileres privados en la zona de Arganzuela.

La privatización de la vivienda social, las políticas de apoyo al acceso a la propiedad y la liberalización y expansión del mercado privado han conformado las tres patas del modelo de vivienda en Madrid.  Un modelo de vivienda que además se ha convertido en uno de los principales impulsores de la transformación de Madrid en una ciudad neoliberal. El análisis de este modelo nos ha permitido ver cómo se ha producido el proceso de liberalización, propietarización y expansión del mercado privado de la vivienda en Madrid durante las últimas décadas. Durante este proceso se ha ido asentando progresivamente entre la sociedad la cultura de la propiedad hasta ser asumido como algo natural, como un “derecho” al que todos debemos acceder en algún momento de nuestras vidas. Como consecuencia de ello, la proporción de vivienda de propiedad privada ha ido aumentando progresivamente hasta ocupar la práctica totalidad del parque de viviendas en la actualidad. A su vez, el sector público o cooperativo se ha ido retirando paulatinamente hasta llegar a ser casi testimonial en términos absolutos. Si tenemos en cuenta que algunos autores hablan de que el parque de vivienda protegida de promoción pública destinado al alquiler en Madrid constituye en torno al 1 o 2 por ciento del total de viviendas destinadas a uso residencial y que el sector cooperativo ocuparía entre un 7 y un 9 por ciento[iv], podríamos suponer que cerca del 90 por ciento de las viviendas de uso residencial en Madrid son viviendas de propiedad privada. Dentro de este sector encontraríamos viviendas principales destinadas al uso habitual del propietario, viviendas destinadas a la venta, viviendas destinadas al alquiler y viviendas vacías. Con otras palabras podríamos decir que el mercado libre de vivienda abarca al 90 por ciento del parque de vivienda en Madrid mientras que las viviendas que se encuentran bajo lógicas no mercantiles, esto es, la vivienda social y la cooperativa, apenas alcanzan el 10 por ciento del total. Como veremos a continuación, la existencia de ese amplio mercado libre es, a mi juicio, la causa principal del problema de la vivienda que padece la ciudad de Madrid.

El problema de la vivienda

Como es conocido, los precios en un mercado libre están sujetos al juego de la oferta y la demanda. En el mercado de la vivienda en Madrid el mecanismo no es distinto. Los precios de la vivienda privada, tanto para venta como para alquiler, están fijados en función de la oferta y la demanda y sólo aquella persona que pague el precio fijado podrá acceder a ella. En Madrid, el precio medio de la vivienda es muy elevado en proporción a la renta mensual ingresada por una parte importante de la población. Esto sucede en todos los distritos de la ciudad pero es más pronunciado en los distritos del sur, aquellos donde el nivel de renta es menor. Es a partir de esta brecha, la diferencia entre el precio de la vivienda libre y la renta disponible de una persona, donde surge el problema de la vivienda. A mi entender el problema de la vivienda reside en la dificultad que tiene una proporción importante de la población de Madrid para acceder o mantenerse en una vivienda con unas condiciones medianamente dignas. ¿Cómo se expresa este problema de la vivienda? La forma más visible es el fenómeno del desahucio, que también podríamos entender como una “expulsión” del mercado de la vivienda, que se manifiesta cuando la persona o unidad familiar no puede hacer frente al pago del alquiler o de la hipoteca. Sin embargo, hay muchas más expresiones.  El problema se puede observar también cuando varias personas, generalmente jóvenes, se ven obligadas a compartir piso o a convivir en casa de familiares por no poder pagar una vivienda. Otras situaciones, menos visibles públicamente, pero mucho más representativas, son los casos de trabajadores o unidades familiares, biparentales o monoparentales, que deben pagar entre el 40 y el 50 por ciento del total de sus ingresos mensuales para cubrir el pago del alquiler o las cuotas de la hipoteca. En ocasiones, esas proporciones llegan al 70 y 80 por cien e incluso hasta el 100 por cien de los ingresos.

Otras expresiones más alejadas de nuestro día a día pero que no por ello debemos dejar de  tener en cuenta corresponden a las prácticas habitacionales de los sectores más populares  de la ciudad. Muchas personas, principalmente migrantes, se ven empujados a vivir en pisos hacinados de 6 a 10 personas para poder pagar el alquiler de una vivienda, ya que con sus salarios sería imposible conseguir acceder a una. Otros grupos de población nada despreciables en número utilizan la herramienta de la okupación para garantizar su acceso a la vivienda. La okupación de viviendas ha sido y es una práctica muy extendida en los barrios de la periferia sur, como Vallecas, Pan Bendito o San Cristóbal, pero también en zonas como Lavapiés y zonas del norte como Manoteras.

Chabola habitada por dos jóvenes de entre 25 y 30 años en la zona de Arganzuela.

Chabola habitada por dos jóvenes de entre 25 y 30 años en la zona de Arganzuela.

Encontramos también algunos miles de personas que residen en viviendas informales de autoconstrucción, generalmente en la ultraperiferia de la ciudad en poblados como El Gallinero, Los Berrocales o Cañada Real. Por último, no debemos olvidar a las miles de personas sin hogar que viven en las calles y que duermen noche tras noche a la intemperie protegidos por unos pocos cartones y algo de abrigo.

Todos estos grupos de población padecen una situación que podría denominarse de “precariedad habitacional”, esto es, una situación individual de inestabilidad vital generada por los problemas derivados de la falta de recursos para acceder o mantenerse en una vivienda en condiciones dignas. Esta situación de precariedad habitacional se ve agravada en numerosos casos por una situación de “pobreza energética”  generada por la imposibilidad de pagar las facturas de suministros energéticos, como la luz, el gas y el agua. Una situación que es especialmente sangrante durante los duros meses de invierno en Madrid. El fenómeno de la precariedad habitacional es un problema que ha acompañado a Madrid desde siempre, pero especialmente desde que adoptó su particular modelo de ciudad neoliberal a partir de los años ochenta. Sin embargo, con el estallido de la crisis y la fuerte disminución de la renta disponible de una parte importante de la población, hemos visto cómo se ha producido un aumento notable de la precariedad habitacional. Los desahucios de hipoteca, alquiler y vivienda social se han disparado hasta niveles dramáticos, expulsando a miles de familias de sus viviendas y dejándoles prácticamente en la calle sin alternativa habitacional.  A esta situación de las personas desahuciadas sin alternativa habitacional los movimientos sociales la han denominado “emergencia habitacional”. Por otro lado, las rentas bajas y medio-bajas que cobran menos de 1000 euros al mes han crecido considerablemente en términos absolutos respecto a la población total. Una proporción cada vez mayor de familias tienen que destinar una parte importante de sus ingresos al pago de la hipoteca o el alquiler, con las consiguientes consecuencias para el consumo familiar. El verdadero drama es que actualmente no existen alternativas habitacionales suficientes al margen de las lógicas del mercado para poder atender a un número cada vez mayor de personas y familias[i]. Quizás por consecuencia de todo esto, el número de okupaciones ha aumentado con fuerza, principalmente en la periferia.

El perfil de la precariedad habitacional es diverso y heterogéneo pero tiene un componente claro: personas no propietarias e hipotecados, generalmente precarios o en situación de desempleo. Destacar también el fuerte componente de clase y de género de estos perfiles. Las situaciones de precariedad habitacional se encuentran principalmente entre las personas y familias pertenecientes a las clases populares, la clase trabajadora y el precariado de clase media ya que son ellos los que tienen un menor nivel de renta. En el caso de las clases populares y la clase trabajadora, es la mujer sola con hijos quien padece una mayor situación de inestabilidad en la vivienda, puesto que muchas veces debe pagar el alquiler o hipoteca de una vivienda con un único salario de media jornada a la vez que debe cuidar a sus hijos. El impacto de la crisis ha llevado al límite las contradicciones del modelo, al generar un crecimiento sin precedentes de la precariedad habitacional. Es esta situación de precariedad habitacional y su relación con el modelo de vivienda lo que nos lleva a hablar del problema de la vivienda como un problema colectivo, un problema que afecta a una parte importante de los habitantes de la ciudad de Madrid. En este sentido, entiendo el problema de la vivienda como el hecho que una parte importante de la población se encuentre en una situación de precariedad habitacional. Ahora bien, una vez definido el problema, falta la parte más importante y más difícil: ¿Cómo lo abordamos?

Sobre la solución al problema de la vivienda

Si entendemos el problema de la vivienda como que una parte de la población padece una situación de precariedad habitacional, cualquier solución pasará, obviamente, por mejorar, en mayor o menor medida, esta situación. Las propuestas de algunos académicos cercanos a la socialdemocracia, que comparten el análisis de los problemas que genera la propietarización, pasan por transformar el régimen de tenencia aumentando la proporción de vivienda en alquiler privado y la vivienda protegida. Los más “radicales” proponen aumentar el porcentaje de vivienda social hasta equipararlo a los estándares europeos, esto es, en torno al 15-25 por ciento del régimen de tenencia. Por otro lado, encontramos las propuestas de los diferentes grupos del movimiento por la vivienda. Bajo el lema “gente sin casa, casas sin gente”, el movimiento, que se remonta a los años 80, se ha caracterizado por visibilizar a la perfección las contradicciones del modelo neoliberal de vivienda en Madrid. En primer lugar encontramos las propuestas destinadas a solucionar el problema de los desahucios realizadas desde la PAH, con la paralización de los desahucios sin alternativa habitacional, la dación en pago retroactiva, el alquiler social y la creación de un fondo con viviendas de las entidades financieras. Por el otro tenemos la propuesta, realizada desde la parte más autónoma y anticapitalista del movimiento, de la herramienta de la okupación como una forma legítima de solucionar el problema de precariedad habitacional. Desde estas posiciones denuncian la existencia de miles de viviendas vacías repartidas por todo Madrid fruto de los desahucios y la especulación inmobiliaria y cuestionan abiertamente el concepto de propiedad privada de la vivienda. Por último, tenemos las propuestas de los partidos políticos de la (vieja y nueva) izquierda. Ganemos Madrid, en su I Foro de Programa y Contenidos del pasado 17 de enero, propone paralizar los desahucios y promover un parque inmobiliario “accesible y de calidad” sacando al mercado las más de 200.000 viviendas vacías que hay en la ciudad. Podemos, por su parte, propone, en una resolución aprobada en su asamblea constituyente del pasado octubre, paralizar los desahucios en caso de ausencia de alternativa habitacional, la despenalización de la okupación, reconocer el derecho al alquiler social, la dación en pago con carácter retroactivo y la ampliación del parque público de vivienda. Finalmente Izquierda Unida, en su programa de las últimas elecciones europeas, asume las propuestas de la PAH, defiende la creación de una bolsa de viviendas bajo control público destinada a personas desahuciadas, la prohibición de desahucios de vivienda social y la reestructuración de la deuda para deudores hipotecarios.

Si bien algunas de estas propuestas pueden resultar interesantes, creo que son insuficientes si lo que pretendemos es solucionar el problema de raíz. En este sentido veo necesario abordar el problema acudiendo a sus causas estructurales, es decir, a la existencia de un mercado libre y a la propiedad privada. Hemos podido comprobar que la lógica del mercado impide el mantenimiento en condiciones dignas o el acceso a la vivienda a aquellos grupos de población con menos rentas. Hemos visto también que el mercado libre acapara prácticamente el 90 por cien del total del parque de viviendas en Madrid. La solución pasa, a mi entender, por sacar a la vivienda del mercado. O, dicho en otras palabras, por la eliminación de la lógica del mercado en la vivienda a través de un necesario proceso de desmercantilización. Se trataría que la vivienda dejara de ser un bien de cambio y se convirtiera únicamente en un bien de uso. Se buscaría con ello evitar su utilización como un producto de negocio, de acumulación y de obtención de beneficio y que solo sirviera para cubrir una necesidad habitacional.

Exposición de pisos a la venta en una inmobiliaria.

Exposición de pisos a la venta en una inmobiliaria en el barrio de Lavapiés.

Frente a las propuestas basadas en la “intervención” del mercado privado, propongo una propuesta de “anulación” del mercado ya que el auténtico problema es la existencia de esta lógica. Quedarse simplemente en la intervención solo paliaría el problema, un problema que antes o después volvería a aparecer. La capacidad de expansión del mercado es espectacular y acabaría por revertir el proceso de intervención, tal y como hemos visto en los países europeos. Es por tanto que hay que acabar con el mercado privado de raíz. Para ello sería necesario iniciar todo un proceso de desmercantilización que sacara la vivienda del mercado para situarla en espacios no mercantilizados y no sometidos a las reglas del capitalismo. El objetivo final sería revertir ese 90-10 de vivienda privada y vivienda desmercantilizada. Y para ello se plantea imprescindible llevar a cabo un cuestionamiento total de la propiedad privada. Ese proceso de desmercantilización se deberá hacer necesariamente mediante la colectivización o remunicipalización de las viviendas que se encuentran en el mercado privado. Este punto es, seguramente, el más polémico pues implicaría expropiar la propiedad a entidades financieras, inmobiliarias e incluso, porque no, a particulares. Si buscamos eliminar la lógica del beneficio en la vivienda, un particular no debería tener más de una vivienda para uso residencial y quizás una más para uso vacacional. Más propiedades ya darían lugar a la posibilidad de obtener un beneficio con ella, cosa que ya hemos dejado claro que no queremos permitir. Para evitar la especulación y la obtención de una plusvalía adicional con la venta de la primera o segunda propiedad se debería imponer un control de precios a la compraventa de tal manera que la diferencia entre la compra y la venta posterior sea mínima. Reconozco que lo más efectivo sería eliminar totalmente la propiedad privada de la vivienda, pero esa posibilidad, a día de hoy, resulta prácticamente irrealizable ya que no se contaría con el apoyo de una población que en su 80 por ciento es propietaria de una vivienda. Estamos hablando más bien de limitar la propiedad privada al máximo de tal manera que anulemos, en la medida de lo posible, la lógica de mercado.

Este planteamiento nos llevaría necesariamente a abrir un conflicto de gran envergadura con el mundo financiero, las inmobiliarias y los grandes y medianos propietarios. Y es que si queremos solucionar de raíz el problema de la vivienda debemos ser conscientes de que el conflicto es inevitable. Para que ganen muchos tienen que perder también otros tantos. Históricamente hemos visto que cualquier avance social profundo viene precedido por un intenso conflicto. Ahora bien, ¿quién debe llevar a cabo este proceso? ¿Las instituciones? ¿El pueblo auto-organizado? Responder esta pregunta es difícil porque ambos han demostrado potencialidades y límites en cuanto a garantizar una alternativa para aquellos en situación habitacional. En el caso de las instituciones, por ejemplo, se pueden dar situaciones de precariedad habitacional en familias que viven alquiladas en vivienda social. Muchos de los desahucios de los últimos años se han llevado a cabo por instituciones públicas a personas que no tenían suficiente renta para pagar el alquiler de la vivienda pública. Lo público no tiene porqué necesariamente significar un espacio libre de la lógica del mercado. Luego, las expropiaciones de viviendas se plantean imposibles de llevar a cabo en el marco político-legal actual, ya que el derecho a la propiedad es un derecho garantizado por la legislación estatal y europea.  Por otro lado, la herramienta de la okupación y colectivización de viviendas conlleva, en una gran parte de los casos, problemas de estabilidad vital generada por el miedo permanente a ser desahuciado por la propiedad y el sistema judicial. Reconozco que en este punto no sabría hacer una propuesta definida. Quizás, y digo solo quizás, la solución pase por una colaboración entre un pueblo auto-organizado en los barrios que visibilice el conflicto y nuevas instituciones comunitarias que sean capaces de canalizarlo, poner en marcha el proceso y  garantizar su irreversibilidad.

Conclusiones

Si queremos solucionar el problema de la vivienda en la ciudad de Madrid tenemos necesariamente que cuestionar y romper con el modelo de vivienda construido en el marco de la ciudad neoliberal. Para ello deberemos poner en marcha un proceso de desmercantilización de la vivienda y cuestionamiento de la propiedad privada. Sin embargo, este proceso, mucho me temo, solo se podrá llevar a cabo en un contexto de cambio revolucionario a través de una transformación profunda del sistema político y de las reglas del juego. Actualmente, ningún proyecto ni organización progresista con capacidad de influencia política defiende esa postura. Unos dicen que podrían estar en parte de acuerdo pero que actualmente estas propuestas no tendrían apoyo en la sociedad. Otros directamente no creen que el problema de fondo sea la existencia del libre mercado ni de la propiedad privada. Mi postura es clara. La difícil situación social en la que nos encontramos necesita de respuestas y propuestas ambiciosas que vayan directamente a la raíz del problema y no se queden en meras reformas superficiales y cortoplacistas. Nuestro bienestar social y el de las futuras generaciones dependen de ello.

Jacobo Abellán es investigador FPI en la UAM y miembro de la red  CONTESTED_CITIES

Notas

[ii] En 1872, un año después de la Comuna de París (donde habían sido muy influyentes las tesis del anarquista Joseph Proudhon),  A. Mülberguer, discípulo alemán de Proudhon, publicó seis artículos con el título El problema de la vivienda. Ensayo social  en la revista Der Volksstaat (El Estado del Pueblo), el periódico oficial del partido socialdemócrata alemán. En ese mismo año Engels, visiblemente enfadado, le respondió con dos duros artículos, también publicados en Volksstaat, con el título ¿Cómo resuelve Proudhon el problema de la vivienda?  y  ¿Cómo resuelve la burguesía el problema de la vivienda? En octubre de 1872 Mülberguer le contestó en la misma revista con el texto Contribución al problema de la vivienda. Respuesta de A. Mülberguer a Federico Engels. Finalmente, Engels cerró el debate con el texto Algo más sobre Proudhon y el problema de la vivienda. Posteriormente, los tres artículos de Engels se recopilaron en un libro titulado Contribución al problema de la vivienda. Este libro ha sido traducido y publicado en castellano en el año 2006  por la Fundación Federico Engels. Se puede descargar en línea aquí.

[iii] En estos términos se expresó Jose Luis Arrese, ministro falangista de vivienda entre 1957 y 1959, en un discurso ante las Cortes franquistas durante la presentación del Plan de Urgencia Social de 1957.

[iv] Leal, J. y Domínguez, M. (2009): “Pasado y futuro del parque de viviendas en Madrid”. Revista Urban, nº 14. Pp 80-91.

[i] Sirva como ejemplo que el IVIMA, en octubre de 2014, tenía una lista de espera de 272.577 personas menores de 35 años para acceder a un piso de protección oficial en la modalidad de alquiler con opción a compra. Desde el año 2001, el IVIMA ha construido 15.000 viviendas de esta modalidad. Fuente.

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  1. CC Madrid BLOG La autoconstrucción y el problema de la vivienda en Argentina - CC Madrid BLOG
    15 junio, 2015

    […] argentino algunos de los interesantes interrogantes planteados por J. Abellán en su trabajo “Madrid y el problema de la vivienda”, publicado el 19 de enero pasado, en este mismo […]

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