La ciudad desviada: una reflexión sobre la represión urbana en Madrid

La ciudad desviada: una reflexión sobre la represión urbana en Madrid

Por Jacobo Abellán

Texto de la charla impartida el 7 de mayo en el CSOA La Morada en el marco de la Semana de Lucha por la Okupación 2015. El audio de la charla se encuentra al final del texto.

Introducción: sobre la represión a los CSOA y a los Espacios Liberados 

Desde diciembre de 2011, decenas de centros sociales y viviendas okupadas de Madrid  han sido desalojados o se han visto inmersos en procesos de desalojo, fruto una estrategia clara de represión por parte de los poderes públicos que gobiernan la ciudad. Patio Maravillas, Casablanca, Magerit, Osera, Patio III, Gatonera, Atalaya, La Traba, Raíces, 13/14 y Quimera (Operación Piñata), Salamanquesa, Kairós y Hormiguera en la UAM, Hotel Madrid, Obras sociales: Izan & Brittany (Cadete), la Charca, La Cava… Diferentes espacios, diferentes proyectos políticos, pero que algo tienen en común: son Centros Sociales Okupados. Mi intención con esta presentación es trazar una interpretación que nos permita comprender cuál es el significado que se encuentra detrás de esta estrategia, una interpretación que vaya más allá de explicaciones basadas en la defensa de la propiedad privada y el cumplimiento de la ley. Esta buscaría comprender no sólo qué hay detrás de los desalojos de los CSOA, sino también otros fenómenos que se dan en la ciudad, como la represión a los movimientos sociales, la homogeneización urbana o los planes de “convivencia” ciudadana. En este sentido, la tesis que quiero defender es que debemos observar a los CSOA y otros espacios urbanos como “espacios desviados”, espacios desviados de la normalidad urbana, desviados de una ciudad “ordenada” y “armonizada”. Espacios que además amenazan con alterar ese orden equilibrado de la ciudad ordenada. La represión y la eliminación de los espacios desviados sería un mecanismo que buscaría sobre todo mantener la armonía política de la ciudad.

 La normalidad urbana

Por normalidad urbana entiendo un espacio urbano políticamente “ordenado”, visto como un funcionamiento armónico de la ciudad según la perspectiva neoliberal y conservadora. De esta manera, la normalidad urbana se entendería como una normalidad neoliberal, en donde se respetaría la propiedad privada y se generarían espacios de creación de valor “formal” en línea con los postulados de la economía de mercado. La normalidad urbana se entendería también como normalidad moral, en donde se da una convivencia ciudadana “ordenada” y armónica, sin conflictos ni comportamientos desviados o inmorales que molesten a la gente de bien, de orden. La normalidad urbana es también una normalidad política, en donde la gestión del disenso y del conflicto se hace por los canales establecidos de la democracia neoliberal y que pasan necesariamente por la participación en la vía parlamentaria-electoral  La normalidad urbana es, de la misma forma, una normalidad urbanística, con una estructura urbana “equilibrada” que favorezca el desarrollo inmobiliario, la apertura de mercados y la obtención de plusvalías; una estructura que potencie la ciudad formal y la armonización (homogeneización) urbana, que priorice el diseño ordenado y armónico frente al caos y el desorden de los barrios informales, de las casa bajas. Por último, la normalidad urbana se entiende como una normalidad legal, una ciudad donde se respeta el ordenamiento jurídico y las leyes que nos hemos dado democráticamente todos los ciudadanos.

¿Qué implicaciones políticas hay detrás de la idea de “normalidad urbana”? Detrás de la idea de normalidad urbana se encuentra la legitimación de las estructuras de dominación, la hegemonía neoliberal y la hegemonía del capitalismo urbano. Hegemonía es básicamente hacer pasar como mayoritariamente aceptado, como legítimo, como normal, como consenso, un proyecto político que beneficia a un sector social determinado, y que sea perdurable en el tiempo a pesar de cambios políticos. Detrás de la idea de normalidad urbana también se encuentra la legitimación de la división (espacial) de clase y de sub-clases, pero también de género y de nacionalidad, así como de una división funcional de la ciudad, espacialmente segregada. Pero sobre todo, la idea de normalidad urbana obedece a la idea del consenso político existente entre los actores dominantes. Un consenso sobre la organización política, social y sobre todo económica de la ciudad. Un consenso sobre el sistema político, sobre la distribución social y sobre la economía de mercado. Un consenso en donde se da por supuesto que la gestión de lo colectivo se debe entregar a la lógica del mercado, un consenso en el que el conflicto no existe. Las partes están en equilibrio armónico, sin conflictos, repartidas ordenadamente.  Rancière (1) habla de Régimen policial pare referirse a este sistema de producción de acuerdos consensuales, a los sistemas de legitimación de la distribución de poderes. El Régimen Urbano policial no sería sólo una ciudad represora y controladora, sino una ciudad donde prima el consenso y la armonía respecto al orden establecido. La “baja policía” sería la herramienta para mantener en equilibrio esa distribución armónica de las partes en la ciudad entre dominantes y dominados. Swyngedouw (2), por su parte, habla de ciudad post-política como una ciudad gobernada y gestionada por las élites económico – financieras y en donde se anularía y/o ignoraría el conflicto y el disenso político. En la ciudad post-política, todo puede ser politizado, todo puede ser discutido, pero en un sentido no conflictivo, dentro de los reducidos márgenes impuestos por el consenso post-político, que sería el espacio (reducido) de decisión (política) acordado por los actores que forman parte del gobierno urbano.

Las diferentes dimensiones de la normalidad urbana constituirían por tanto la base de una “ciudad ordenada” que aunaría los postulados del paradigma de la democracia neoliberal y de la tradición conservadora y reaccionaria, heredada del franquismo, de la derecha madrileña. Esta “ciudad ordenada” sería el elemento constitutivo del Régimen Urbano de la ciudad de Madrid, que constituiría la plasmación política de la ciudad ordenada.  Para participar en este Régimen Urbano es necesario por tanto cumplir estos presupuestos de “normalidad”. Es decir, sólo aquellos que están dentro, aquellos que tengan un comportamiento ordenado, serán tenidos en cuenta para la ciudad.

Los espacios desviados

Por otro lado, en las periferias del Régimen Urbano encontramos espacios que no se “adaptan” a la normalidad urbana de la ciudad ordenada, espacios desobedientes, ilegales, inmorales y caóticos.  Estos espacios pueden ser vistos como “espacios desviados”, espacios que se encuentran al margen de la “ciudad ordenada”, que no aceptan la normalidad neoliberal y moral que reina en la ciudad, espacios que además se escapan del control por parte del poder.  Son desviados porque se encuentran fuera de lo establecido, de lo convencional, de lo que es considerado como “normal” según los presupuestos de la ciudad ordenada, del Régimen Urbano. Hay muchos espacios desviados en la ciudad de Madrid.  Entre estos “espacios desviados” podemos encontrar a los centros sociales okupados, espacios ilegales y desobedientes que desafían a la propiedad privada y al Estado para llevar a cabo proyectos políticos contrahegemónicos y anticapitalistas. La Morada de Chamberí, el Eko de Carabanchel, el Atalaya y la 13-14 de Vallekas, la Quimera de Lavapiés o el Patio Maravillas de Malasaña son algunos de los centros sociales okupados que podemos encontrar en la ciudad. También podemos considerar como espacios desviados a los espacios que conforman la ciudad informal, esto es, aquellos espacios y lugares que se encuentran fuera de las lógicas del mercado y de la producción formal de la ciudad. Aquí podemos encontrar por ejemplo a las viviendas informales, los barrios de autoconstrucción de la periferia de la ciudad o las casas bajas que se encuentran en medio de un plan urbanístico que favorece la expansión inmobiliaria.

También son espacios desviados aquellas prácticas que ocupan ilegalmente el espacio público, como las putas callejeras, los camellos que menudean con droga, los manteros desobedientes, los inmigrantes sin papeles, los subsaharianos respondones, los yonkis de Embajadores, las cundas, los lateros, los indigentes que habitan en la calle, los jóvenes que beben en la calle o por qué no, las caras sin rostro en la oscuridad de las calles y plazas de la ciudad. Barrios multitud como Lavapiés. Por último, son espacios desviados aquellos espacios que rompen con la normalidad política de la ciudad ordenada, como las acampadas, las asambleas callejeras, las acciones, manifestaciones y concentraciones no comunicadas, las ocupaciones de bancos, los stopdesahucios desobedientes, la autodefensa ante la represión policial, los disturbios, las barricadas, el fuego de los contenedores ardiendo o las sombras danzando por las callejuelas del centro, cerrando calles y reventando cajeros. Estos espacios conforman lo que podríamos llamar la “ciudad desviada”, una ciudad que está fuera de la normalidad urbana, que no crea valor, que es conflictiva, que se mantiene en los márgenes de la ciudad ordenada, neoliberal y conservadora.

Espacios desviados, espacios descontrolados

El punto importante para nuestra reflexión es que para el Régimen Urbano de Madrid los espacios desviados de la ciudad ordenada son, sobre todo, espacios descontrolados, espacios situados fuera de sus “fronteras” de control político. La ciudad ordenada no puede tolerar tener espacios fuera de control porque tiene miedo de que algo desconocido pueda surgir de allí, algo que pueda causar problemas, que pueda alterar la armonía política y urbana de la ciudad. Los espacios descontrolados pueden suponer un foco de problemas, de conflictos, de criminalidad y desorden. Pero sobre todo, los espacios descontrolados pueden generar redes y movimientos que amenacen con subvertir el orden urbano establecido, alterar la correlación de fuerzas y hacer perder posiciones de poder en quienes ahora lo detentan. En este sentido los espacios desviados son también espacios en donde se desarrolla la “política” en el sentido pleno de la palabra: la “política” sólo se produce cuando se altera el orden urbano establecido, cuando se rompe el consenso, cuando se remueven los cimientos la ciudad ordenada, cuando se produce el conflicto entre el adentro y el afuera. Y aquí hay una de las ideas importantes de la reflexión: sólo a través de la política, del conflicto generado desde los espacios desviados, se podrá aspirar a romper el Régimen Urbano.

La represión urbana como herramienta política

En este sentido, la represión en la ciudad es una herramienta política de eliminación de lo desviado, de los espacios descontrolados, de los espacios conflictivos, una herramienta cuyo objetivo es el mantenimiento del orden y la normalidad urbana. A mi parecer, deberíamos encuadrar los desalojos y la represión a los centros sociales okupados dentro de esta estrategia del Régimen Urbano de mantener a toda costa la armonía de la ciudad ordenada. De impedir la subversión del orden establecido. Es decir, como un proceso que tiene una clara intencionalidad política reaccionaria y no sólo como consecuencia de la defensa de la propiedad privada y de procesos especulativos y gentrificadores. El caso del desalojo del CSOA Casablanca (desalojado por haber albergado en su interior asambleas preparativas del 25S) o del Hotel Madrid son dos ejemplos paradigmáticos de la intencionalidad política que hay detrás de la represión a los CSO en Madrid. Dos centros que casi tres años después de su desalojo siguen vacíos.

Pero la represión no es solo contra los centros sociales okupados, sino contra todos aquellos espacios desviados que se salen de la normalidad urbana, sean o no “políticos”. Podemos encontrar varios ejemplos: obras sociales, el proceso de erradicación de viviendas de autoconstrucción en la periferia, el derribo de Ofelia Nieto 29, el Plan Lavapiés, las redadas a inmigrantes o las identificaciones y multas por asistir a manifestaciones no comunicadas formarían parte de la represión a la ciudad desviada para mantener esa ciudad ordenada que tanto gusta a la democracia neoliberal y conservadora. Otros ejemplos que reflejan esa mentalidad de represión a lo desviado puede ser la propuesta de Botella (y retomada por Aguirre) de limitar el derecho de manifestación porque da mala imagen, la reciente propuesta de Aguirre de sacar a los pobres del centro porque perjudica al turismo y a los vecinos de bien o el caso de la acampada en la Puerta del Sol en el 15M. En este último caso, los comerciantes, con el apoyo mediático y político del Régimen Urbano, denunciaban que estaban perdiendo dinero, perdiendo dinero respecto a lo que sería “normal”, es decir, en el caso de que no hubiera acampada. Lo “normal” es que no se interrumpa esa “armonía” mercantil.

El Régimen Urbano Dictatorial: la negación y represión del conflicto

Para terminar, señalar que la actitud represiva de la ciudad hacia sus espacios desviados y descontrolados lleva a pensar que estamos ante un Régimen Urbano dictatorial. Un Régimen cuya única respuesta ante los desafíos políticos que plantean espacios urbanos como los aquí analizados es su expulsión, represión y eliminación sistemática. No se respeta ni se negocia, ni mucho menos se integra o asimila. Ante el conflicto que puede generar esta confrontación entre la ciudad ordenada y la ciudad desviada, su única respuesta es la represión, la incomprensión, la negación del conflicto y la criminalización sistemática de los espacios desviados. Esta actitud represiva hacia lo desviado es la negación del conflicto entre el adentro (la ciudad ordenada) y el afuera (la ciudad desviada) del Régimen Urbano de Madrid. Y negar y reprimir el conflicto entre el adentro y el afuera es, a mi juicio, negar la política, y una ciudad sin política no es más que una dictadura urbana. Que la política y el conflicto solo se puedan dar dentro de sistema establecido y no en sus márgenes es uno de los rasgos característicos de las dictaduras pero también de las democracias. Y es aquí donde quería llegar. Quizás una democracia urbana neoliberal, en términos prácticos, no se aleje mucho de lo que entendemos por una dictadura.

Conclusión: La importancia del conflicto y de los espacios desviados para el cambio social

Para el Régimen urbano los espacios desviados son espacios desviados de su “normalidad”, una normalidad neoliberal, apolítica y moralizante; sin embargo, para nosotros estos espacios son espacios liberados, espacios políticos, espacios libres de la lógica del mercado y libres del control y vigilancia del Régimen. Me gustaría acabar la charla reivindicando la importancia del conflicto y del papel de estos espacios liberados como herramientas políticas de lucha contra el Régimen Urbano Consensual, pero sobre todo como herramientas de transformación social. Sólo desde los espacios desviados se puede generar conflicto, sólo desde el conflicto se puede hacer política y sólo desde la política, tal y como la hemos explicado aquí, se puede hacer daño al Régimen y transformar la ciudad. Ellos lo saben y por eso nos reprimen.

Audio:

Charla: "La ciudad desviada. Una reflexión sobre la represión urbana en Madrid" by Jacobo Abellán on Mixcloud

Notas

1. Rancière, Jacques. (2012): El desacuerdo. Política y filosofía. Buenos Aires, Nueva Visión.

2. Swyngedouw, E. (2011) “Designing the post-political city and the insurgent polis”, en Civic citi cahier nº5. Berdrford Press, London 2011.

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