A propósito de un modelo de desarrollo en crisis… una mirada crítica al turismo como salida para Chiloé

A propósito de un modelo de desarrollo en crisis… una mirada crítica al turismo como salida para Chiloé

Por Lisette Soto Delgado

Chile

Chiloé en la última década ha llegado a convertirse en un referente turístico inmerso en circuitos económicos cada vez más cercanos a los experimentados por el mundo globalizado. Imagen que se contrapone a la que comúnmente se solía asociar el territorio, aislado producto de su geografía y abandonado por las políticas de Estado.

Históricamente el acceso, la geografía y el mestizaje[1]– que alguna vez fuera objeto de pobreza y estancamiento – se constituye como poderoso antecedente para configurar a Chiloé como poseedor de una fuerte identidad con sentido comunitario; fuertes tradiciones ancestrales; enérgica devoción y religiosidad; concepciones míticas y mágicas; trabajos ligados a una cultura anfibia, de tierra, agua y monte (bosque). Todas expresiones de una cultura que dan singularidad a sus habitantes y a su territorio.

CHILOÉ ESTA PRIVAO

Con esta frase se representa el enojo, la privación y la rabia de los muchos/as chilotas que salen a marchar y protestar por estos días. Esta expresión tan característica del ser chilote, sirve para graficar el gran desastre socio-ambiental, el sentimiento de indignación y a su vez de desamparo en el que se encuentran sus habitantes.

Es hoy, cuando se desmitifica parte del discurso de auge económico, surgido a fines de los ´70 y consolidado en los ‘80, que coloca a las industrias pesqueras como protagonistas de la bonanza de las comunidades y de la región. Y se pone en crisis un modelo económico basado en la extracción de recursos naturales, que propone una valoración de las ventajas comparativas como parte de una estrategia local de desarrollo promovida desde el Estado.

La contraparte a ese discurso es visible y aterradora al presenciarse una de las  contaminaciones marinas más grandes en la historia de Chiloé, y parte del sur de Chile. Situación que ha llevado a sus habitantes desde principios de este mes de mayo a una serie de protestas en rechazo a las subvenciones del Estado. Siendo los pescadores artesanales, comunidades indígenas y pobladores quienes exigen se esclarezcan las causas de la contaminación del mar, la que apunta a una evidente relación entre la industria salmonera y la crisis socio-ambiental.

La cara menos amable del turismo se llama “turistificación”

Ahora bien, ¿Cómo se vincula el turismo con todo esto? Habiendo otorgado una mirada a la estrategia de desarrollo local que ha primado, es necesario prestar atención a cómo de manera paralela se buscan nuevas dinámicas inmersas en este contexto de capitalismo en su fase neoliberal. De esta manera, decantamos en materia de turismo. Que se muestra como una estrategia de economía sustentable en comparación a la estrategia anterior, depredadora del medioambiente y desintegradora del mundo social.

En este sentido, las transformaciones urbanas experimentadas no se encuentran ampliamente debatidas bajo una perspectiva crítica por los distintos actores del territorio, los que pudiesen conectar el tema con el fenómeno de la turistificación. Entendida la turistificación como inductora de las transformaciones urbanas y de los usos sociales del espacio a partir de la práctica turística, la cual genera erosión del tejido socio-espacial tradicional[2].

Por ejemplo, en Chiloé el turismo comenzó a posicionarse desde los espacios naturales, como una valorización por el paisaje y los atractivos naturales, pero será en los últimos años cuando comienza a ver intervenidas las dinámicas socio-espaciales de la trama urbana. Intervenciones que valorizan el consumo cultural, la preservación del patrimonio local y el reconocimiento urbano como poseedor de elementos distintivos a nivel nacional e internacional.

Esto queda ampliamente demostrado con las últimas inversiones/equipamientos que se han realizado y que se proyectan en el territorio. En el año 2012 se crea el aeródromo comercial y un casino de juegos en la ciudad de Castro[3], siguiendo en el 2015 con la construcción de un centro comercial en pleno casco histórico, mismo año en que se consigue la aprobación de la construcción del puente Chacao con el que se espera unir el Archipiélago con el continente para el año 2017.

Situación que impide reparar en las transformaciones socio-espaciales en la medida que se apuesta por un turismo garante de un desarrollo modernizador generador de comercio, empleo, dotación de infraestructuras, inversiones y subsidios estatales. Ante lo que surgen cuestionamientos como ¿Realmente con estas intervenciones se espera traer desarrollo o mejorar la calidad de vida a gran parte de los y las chilotas? ¿Se están considerando los impactos de la turistificación en las dinámicas socio-espaciales de sus habitantes? ¿Qué postura se adopta frente a los efectos de la turistificación?

 

Barrios Palafíticos: el “boom” de los palafitos de Castro

Los palafitos son viviendas que se encuentran dispuestas sobre pilares o pilotes de madera en el bordemar[4]. En Castro existen cinco barrios palafíticos situados en el área central de la ciudad, y en dos de ellos se encarna el impacto de la turistificación más avanzada.

En el contexto chilote, los barrios palafíticos cristalizan la relación de la turistificación como fenómeno que se nutre del valor patrimonial. Valor que se encuentra dado producto de elementos culturales e históricos, tal como: la particularidad de su arquitectura que los potencia en cuanto patrimonio cultural; los modos de habitar de su población de origen, que se conecta con la historia de informalidad y precariedad a la llegada al bordemar, que en la actualidad forma parte importante de la memoria histórica de los barrios; y el marcado componente étnico.

Pero, ¿qué es lo que está ocurriendo con los barrios de palafitos? Una de las primeras consecuencias visibles es el incremento en los precios del suelo debido a la demanda. Lo que significa para los barrios nuevos residentes y reconversión de viviendas a proyectos turísticos como hostales, restaurantes, cafeterías, boutiques y tiendas de artesanía. En esta línea, el año 2009 en el barrio Gamboa – el más turístico – un palafito se encontraba en 30 millones de pesos (51.900€) y en la actualidad los hay entre 80 (105.500€) y 100 millones (105.500€). En el año 2013, según un catastro del municipio de Castro, existían 177 palafitos de los cuales un 20% había sido comprado por personas de otros lugares del país[5].

Similar estimación hacen los residentes, nuevos y antiguos, quienes señalan que las ventas de los palafitos se incrementan a partir del 2006-2012, años que serán conocidos como el “boom” de los palafitos. Aunque posteriormente las ventas han seguido ocurriendo y aumentando en valor. Por ejemplo, entre los años 2004 a 2006 en el barrio Pedro Montt 1 el precio de un palafito podía ser de 2 millones de pesos (2.600€), luego en el 2009 de 15 millones (19.700€) y en el 2012 habría aumentado a 20 millones (26.300€). En la actualidad, los residentes antiguos reciben ofertas de compra desde los 40 millones (52.700€) y llegando hasta aprox. a los 100 millones de pesos (105.500€).

Con dicha descripción, aparentemente podríamos ubicar el aumento del precio del suelo y el recambio de residentes como características que ligan la turistificación a procesos gentrificadores. Lo relevante está en que los palafitos al poseer pequeñas dimensiones y estar emplazados en territorio de uso público – que impiden los títulos de dominio a sus propietarios[6] – no generan rentabilidad potencial de acuerdo al suelo en sí mismo sino más bien a través del valor simbólico que da la activación turística.

Fuente propia. Febrero 2016.

Fuente propia. Febrero 2016.

En cuanto a las principales transformaciones/tensiones simbólicas experimentadas por sus habitantes está la desposesión de la memoria histórica, la que constituye base importante de la identidad de los barrios en donde se asienta elturismo. En el traspaso de valor de uso a valor de cambio palafítico, dicha memoria será utilizada para “acumular experiencias nuevas para su propia cotidianeidad”[7], haciendo en algunas ocasiones de los palafitos un “fetiche cultural”.

A partir de las nuevas formas de producción y de habitar los palafitos también se da presión simbólica en sus habitantes originarios. La que provoca un sentido de expropiación de la esencia de su vida palafítica. Barrios que no sólo han cambiado en infraestructura sino también en nuevos ritmos debido a la apertura a los turistas, nuevas estéticas e interpretaciones conceptuales, mayor cantidad de autos por las calles lo que se traduce en problemas de estacionamiento, nuevos ruidos del entorno y choques a casas palafíticas. Hasta incluir situaciones de acoso inmobiliario a aquellos que aún se resisten a vender. Lo que provoca incomodidad en algunos y capacidad de soñar un futuro lejos de sus barrios a otros.

Otras situaciones darán un giro al carácter de los barrios. Al pasar de barrios familiares, donde sus residentes estaban unidos por medio de parentescos y lazos sanguíneos, a barrios turísticos cuyos nuevos propietarios se encuentran fuera de la lógica de la gran familia. Acentuando las diferencias el capital económico y cultural de aquellos que llegan.

En este entramado de transformaciones/tensiones las dinámicas socio-espaciales no han sido del todo reconocidas. Ya sea por estar inmersas en el discurso del desarrollo económico legitimador como por estar dentro de la dimensión simbólica de la turistificación.

Esto hace pensar qué pasará con el territorio, con sus capitales – naturales y humanos – que pasará con sus barrios y sus habitantes si no se toman medidas para restringir la libertad con la que actúan los empresarios y agentes con mayor capital cultural – económico, que en conjunto a las políticas de Estado posibilitan tal actuar ¿Será necesario llegar a una crisis, en este caso de identidad, tan grande como la que hoy se vive producto de la contaminación en el mar que deja sin fuente laboral, sin recursos y sin base alimentaria a todos sus habitantes? Esperemos que no sea necesario y comencemos a dar la discusión junto a hombres y mujeres para que de una vez seamos nosotros/as quienes podamos decidir el territorio en el que queremos vivir.

Lisette Soto Delgado es sureña (Puyehue-Chiloé), de profesión socióloga y actualmente realiza un Magíster de Hábitat Residencial en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo en la Facultad de Chile y es miembro de la red CONTESTED_CITIES.

Notas

[1] El archipiélago de Chiloé fue habitado únicamente por pueblos indígenas hasta la llegada de los españoles el año 1567 cuando se fundó la ciudad de Castro,  y constituyó uno de los últimos reductos de la corona española en época de la Colonia.

[2] (Hiernaux & González, 2014)

[3] Castro se ubica en el sur de Chile y es la capital de la Isla de Chiloé. Puede ser considerada como una ciudad de “provincia” alejada del poderoso núcleo centralizador del país. En ella se estima que la población es de 49.068 habitantes. De acuerdo a la necesidad y falta de información actualizada se utiliza la Actualización de población 2002-2012 y las proyecciones 2013-2010. Extraído desde: http://www.ine.cl/canales/chile_estadistico/familias/demograficas_vitales.php

[4] Estas construcciones poseen  dos fachadas y un pasillo que conecta la calle, con su fachada delantera, y con una terraza-patio con su fachada sobre el mar.

[5]Información publicada en Diario La Tercera el 02 de junio de 2013. Disponible en: http://www.latercera.com/noticia/nacional/2013/06/680-529887-9-gobierno-alista-proyecto-de-ley-para-proteger-patrimonio-de-palafitos-de-chiloe.shtml

[6] En el Gobierno de Sebastián Piñera el año 2013, se creó un proyecto de ley de concesiones para los palafitos, que aún se encuentra en el congreso. Esta pretende otorgar a sus habitantes la propiedad en concesión por al menos 40 años sujeto a renovación. Situación que genera rechazo por parte de sus habitantes, quienes exigen títulos de dominio. Algunos habitantes manifiestan que el vacío legal en que se han encontrado toda la vida comienza  a volverse crítico en la actualidad producto de las inversiones turísticas.

[7] (Hiernaux & González, 2014)

Referencias bibliográficas

Bustos, B. (2012). Brote del virus ISA: crisis ambiental y capacidad de la institucionalidad ambiental para manejar el conflicto, pp. 219 – 245.

González, M. P. (2013). Hábitat de Bodermar. Gestación, evolución y perspectivas turísticas del patrimonio popular palafítico en el Archipiélago de Chiloe., Universidad de Valladolid, Valladolid, España.

Hiernaux, D., & González, C. (2014). Turismo y gentrificación: pistas teóricas sobre una articulación, pp. 55-70.

Maturana, F., Rojas, A., & Morales, M. (2015). Evolución histórica de las ciudades intermedias en el siglo XX: crecimiento, jerarquía y funcionalidad. In F. Maturana & A. Rojas (Eds.), Ciudades Intermedias en Chile. Territorios Olvidados (Primera edición ed., pp. 43-71). Providencia, Santiago de Chile: RIL editores.

Ramírez, E., Modrego, F., Macé, J. C., & Yáñez, R. (2009). Dinámicas Territoriales en Chiloé Central: La Fuerza de las Coaliciones Extra Territoriales.

Rojas, E., & Elmúdesi, B. (2014). Palafitos de Castro/Chiloé: patrimonio vernacular. Santiago, Chile.

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