ABSTRACT
A partir de un esbozo etnográfico en el que describo un programa de esterilización de gatos en un barrio sometido a un proceso de gentrificación en Ciutat de Mallorca (Palma), exploro la relación de clase que se instituye a partir de la hipótesis del diferencial de renta. Argumento que cada uno de sus momentos, el de la desvalorización y el de la revalorización del entorno urbano, incorpora el trabajo desarrollado por diferentes grupos que constituyen una clase única que trabajan lo urbano desde abajo, y que tienden a ser un sólo sujeto histórico, es decir, una clase con capacidad para transformar el status quo presente. Estos grupos cooperan objetivamente en la misma cadena de producción de valor a la vez que van construyendo subjetivamente su conciencia colectiva. La intención del argumento aquí esgrimido es que la cuestión de clase no se halla marginada, como se nos ha venido diciendo en las últimas décadas: está bien vigente y resulta fundamental para explicar y entender las relaciones sociales. Por lo que respecta a la clase obrera, no se vertebra exclusivamete en el ámbito del trabajo asalariado, en su específica posición en las relaciones sociales de producción en sentido estricto, sino que también constituye y se articula en el mismo espacio urbano que habita; cosa en absoluto novedosa, ya que siempre lo hizo. Un espacio necesariamente socializado y clasado que también requiere de un trabajo que, a menudo, se ve sujeto a explotación: de aquí el adjetivo «urbano». Precisamente es esta relación de explotación la que otorga un papel central en la toma de conciencia de la clase obrera a lo que convenimos en llamar espacio urbano. Frente a la mera descripción de la espacialización de las clases ya formadas, se hace necesario explicar cómo la espacialización interviene en la lucha que las forma.
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