Las nuevas luchas por la vivienda de los pueblos originarios en Chile: creando conocimiento para crear ciudad

Las nuevas luchas por la vivienda de los pueblos originarios en Chile: creando conocimiento para crear ciudad

 

Por Walter Imilán y Axel Paillafilú

En los últimos años se han construido una serie de proyectos de vivienda subsidiada para población indígena en ciudades de Chile. Estos proyectos son, sin duda, una forma de mitigar la desigualdad histórica en la que el pueblo mapuche ha convivido con el Estado chileno, son una forma de mejorar las condiciones de vida en la ciudad. El actual sistema chileno de producción de vivienda tiene la capacidad de acoger la demanda específica de organizaciones indígenas, reconociendo derechos culturales propios a las sociedades indígenas pero en cuya integración a la política pública, no cambia los marcos de la política pública. Es decir, la integración de la demanda indígena, en principio no tensiona el sistema de acceso a la vivienda en Chile fuertemente privatizado y regido por criterios de mercado. Este tipo de políticas se han llamado de tipo de “multiculturalismo neoliberal”[i].

Las consecuencias e impactos pueden ser múltiples en la producción de estos conjuntos de vivienda, ni en Latinoamérica ni en el mundo hay experiencias sostenidas de políticas de vivienda urbana para pueblos originarios. Al igual que en Chile, hasta ahora han sido más bien fragmentarias. Estos proyectos en Santiago son producto de una articulación entre comités de vivienda, oficinas de arquitectura, filantropía empresarial y gobiernos locales. Una serie de actores se conectan, de forma original y situada para dar nacimiento a estos proyectos. Las viviendas indígenas pueden despertar una serie de debates basados en la condición intercultural de su arquitectura, el refinamiento de modelos de gestión habitacional al integrar nuevos actores, entre otros. Pensamos, sin embargo, que lo relevante en estos procesos yace más en la emergencia de un tipo de asociacionismo indígena en la ciudad que al producir un espacio, al mismo se piensa un modo de habitar la ciudad como forma de reivindicación política y cultural. La discriminación e invisibilización ejercida sobre la población indígena en las ciudades chilenas puede experimentar una inflexión a partir de estos nuevos procesos de producción de hábitat.

Lo indígena se torna visible en la ciudad

La población de los pueblos originarios en Chile habita mayoritariamente en ciudades. La usurpación de los territorios ancestrales, la destrucción del medioambiente por actividades extractivas, la contaminación de bosques y cursos de agua, así como una sostenida política de exclusión y empobrecimiento por parte del Estado chileno han forzado este proceso de urbanización. Por largo tiempo habitar Santiago ha sido visto como un lugar impropio para el desarrollo y reproducción de la cultura y sociedad mapuche. La discriminación llevó a muchos migrantes Mapuche a invisibilizar su origen. Sin embargo, desde fines de 1990 organizaciones Mapuche en Santiago se fortalecen y diversifican. Se inician demandas y luchas por la construcción de espacios ceremoniales y de encuentro, se organizan actividades de educación y formación, aprendizaje de la lengua y el ejercicio de prácticas de medicina tradicional[ii]. La presencia mapuche empieza a marcar Santiago, surge un espacio urbano inscrito con la actividad cultural mapuche.

Política de vivienda “a la medida

La política de vivienda subsidiada en Chile fue promocionada como programa exitoso y ejemplar en el contexto latinoamericano durante la década de 1990. Chile fue el único país del continente que en esta década lograba reducir el déficit habitacional mediante la construcción masiva de unidades habitacionales en las periferias de las ciudad, ahí donde el mercado lo permitiera, habitualmente en área con los valores de suelo más bajo. En los primeros años del 2000 los supuestos logros de esta política empiezan a resquebrajarse. Gigantescas concentraciones de vivienda subsidiada se localizan en la extra-periferia de las áreas metropolitanas, en algunos casos se llegan a reunir decenas de miles de habitantes en conjuntos habitacionales de arquitectura y urbanismo de baja calidad, con deficiente o simplemente inexistente provisión de servicios. Todo esto se traduce en nuevas vulnerabilidades y estigmatización de la población beneficiaria. El Estado reacciona a esta crisis con más neoliberalismo: privatiza el proceso habitacional completo mientras que mantiene el rol del Estado en el financiamiento vía subsidio. Con estas soluciones que profundizan la privatización se espera disminuir el tamaño de los conjuntos, lograr mejor localización en la ciudad y fomentar un aumento en la calidad habitacional de la vivienda. Se espera que los privados no sólo administren de forma óptima los subsidios sino que además gestionen otros recursos que aporten a la calidad de los proyectos. El Estado fomenta soluciones habitacionales “a la medida” de las necesidades de los mandantes[iii]. Este nuevo modelo abre una posibilidad de forma inesperada: grupos de personas podrían desarrollar proyectos de vivienda de acuerdo a intereses o necesidades específicos.

Foto 3: Conjunto de vivienda mapuche Villa Bicentenario, Comuna de Cerro Navia. Fuente: X. Fuster

Foto 3: Conjunto de vivienda mapuche Villa Bicentenario, Comuna de Cerro Navia. Fuente: X. Fuster

Históricamente las demandas de vivienda de la población mapuche en Santiago y en las principales ciudades del país no se habían expresado como tales. Muchos habitantes Mapuche tomaron parte de las luchas por la vivienda en el pasado, participando en tomas de terreno y otras formas de lucha junto a pobladores no-mapuche. Así, una generación  Mapuche en la ciudad luchó hombro a hombro con el resto de los habitantes urbanos, se entendían a sí mismos como pobladores con un fin y formas de organización en común. En la actualidad, los hijos de esa generación encuentran en sus raíces y fortalecimiento identitario la principal fuente para su organización política y lucha por la vivienda. Este proceso, en el cual la pertenencia de origen deviene en un recurso para la acción política, se denomina “etnicidad”[iv], y es justamente esto lo que empieza a suceder a fines de la década pasada: la lucha por la vivienda se etnifica.

Presión y gestión

 En Cerro Navia se emplaza la Villa Bicentenario, un conjunto de  948 viviendas, de las cuales 148 pertenecen a personas mapuche[v]. El conjunto se inaugura el año 2013 después de ocho años de trabajo del comité de vivienda Train Newen Ruka Mapu. Durante este tiempo los participantes del comité, algunos familiares y conocidos, recuperan y re-producen ceremonial y ritualidad mapuche a través de la celebración de Wiñol Tripantü, Nguillatún y juegos de Palín. Esta recuperación permitió un fortalecimiento de los lazos al interior del comité, pero además, le permitió a muchos de sus miembros reencontrarse con sus raíces. El ejercicio de un trabajo a nivel de ritualidad y de politización a través de presión y movilización fueron fundamentales para el éxito del proyecto. Las viviendas poseen una arquitectura estándar, la organización logra imponer el color verde de las casas y bautizar las calles de la Villa con nombres de íconos y mártires de la lucha mapuche, histórica y actual, así como la construcción de una ruka como centro comunitario.

Vivienda en Comuna de Huechuraba, Fuente: Municipalidad de Huechuraba.

Vivienda en Comuna de Huechuraba, Fuente: Municipalidad de Huechuraba.

En Huechuraba, el Comité de vivienda Newen Winkull (originada en la Organización Dhegñi –Winkul, una de las más antiguas de Huechuraba) inicia su trabajo el año 2008. El municipio tomó un protagonismo inusual en esta demanda, gestionando la incorporación de actores privados que aporten al desarrollo del proyecto. La propuesta de la oficina de arquitectura presenta algunos elementos de interculturalidad: orientación del ingreso de las viviendas en dirección al oriente – desde donde emergen las fuerzas renovadoras en la cosmovisión mapuche – y la aplicación de elementos constructivos como “metáforas” de la arquitectura tradicional mapuche. Estos elementos son una interpretación libre de la cosmovisión mapuche, ya que no fue producto de un trabajo participativo que involucrara a los futuros habitantes.

Estos dos proyectos tienen trayectorias específicas. Así como cada uno de los proyectos realizados hasta ahora posee una historia propia. A partir de estas experiencias se empieza a desarrollar un conocimiento en la gestión habitacional (manejo de subsidios, negociación con arquitectos e inmobiliarias, etc.) pero sobre todo, se da forma a una producción de espacio, a pensar la ciudad como lugar de un territorio mapuche producido por memorias y  prácticas cotidianas y rituales. La arquitectura en sí pasa a un segundo plano. Lo importante es la vida en comunidad, la práctica de la religión y el encuentro entre los habitantes.

La relevancia del proceso

El creciente interés que este tipo de proyectos ha despertado en una parte de la población indígena urbana, no sólo se debe ver como demanda por la satisfacción de una necesidad básica, sino en el potencial que posee la formulación de un conocimiento de lucha por la vivienda inexistente hasta ahora. Detenerse en el problema del producto arquitectónico, su calidad y su diseño con “pertinencia cultural”, es centrar el habitar a una dimensión objetual. La vivienda se inserta en una trama compuesta por diversas escalas espaciales donde habitan las personas. Pensar en la vivienda para pueblos originarios requiere comprender una trama más amplia; noción de barrios, espacios ceremoniales, vínculos con otros espacios en la ciudad, etc. Pero también es necesario pensar en cómo esos nuevos espacios se conectan y comunican en una territorialidad indígena más amplia que involucra los espacios de las comunidades rurales así como territorios actualmente en disputa.

Si estas luchas están creando un sentido alterno o prácticas contra-hegemónicas a los marcos institucionales neoliberales chilenos, es una pregunta que aún permanece abierta. El pueblo mapuche ha generado una capacidad para pensar contemporáneamente formas de lucha basada en conceptos profundamente arraigados en una historia de larga duración. Es posible que en estas nuevas luchas etnificadas por la vivienda puedan surgir nuevos conceptos respecto a la propiedad, la articulación vecinal, organización de comités, relación con el diseño participativo e inserción con la trama urbana. De ser así, este conocimiento no sólo estará al servicio de las luchas de los pueblos originarios, sino también para otras luchas urbanas.

Walter Imilán y Axel Paillafilú son miembros del Instituto de Vivienda de la Universidad de Chile. Ambos autores participan del equipo de investigación del Proyecto Fondecyt Nº 1161437 “Habitar en la ciudad intermedia: prácticas espaciales en Alto Hospicio y Padre Las Casas”.  Email de contacto: wa.imilan@gmail.com

Notas:

Fotografía de cabecera: Ceremonia oficial en centro comunitario comuna de Cerro Navia (Abril 2013), Fuente: autor

[i] Hale, C. (2009). Neoliberal Multiculturalism. PoLAR: Political and Legal Anthropology Review, 28(1), 10–19.

[ii] Millaleo, A. (2006). Multiplicación y multiplicidad de las Organizaciones Mapuche Urbanas en la RM. ¿Incremento en la participación mapuche o fragmentación organizacional? ARCIS Editor, Santiago.

[iii] “Un subsidio a tu medida” fue una campaña de publicidad del Gobierno durante el año 2011, promoviendo un acercamiento entre la demanda (beneficiarios de subsidio habitacional) y la oferta (empresas encargadas del proceso habitacional).

[iv] Martuccelli, D. (2008). Etnicidades modernas: Identidad y democracia. En: Revisitar la etnicidad. Miradas cruzadas en torno a la diversidad, Eds. D. Gutiérrez Martínez y H. Balslev, 41–67. México: Siglo XXI: El Colegio Mexiquense: El Colegio de Sonora.

[v] Mas información en: Fuster, X. (2015).  (Re) conocimiento de la ciudad mapuche: Etnicidad y construcción del hábitat en la Villa Bicentenario de Cerro Navia. Magíster en Hábitat Residencial, Universidad de Chile.

 

 

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